Por Héctor Yunes Landa
Por fin se ha ido Cuitláhuac García. Hacer un balance de su gobierno es una crónica del infortunio.
Los veracruzanos ya le han entregado un singular reconocimiento: inscribir su nombre en los anales de la historiografía y de la memoria colectiva como el peor gobernador que ha tenido Veracruz.
En estos seis años fuimos testigos de cómo la democracia se convirtió en demagogia; de la destrucción sistemática de nuestras instituciones, no por una perversa construcción de la dictadura –como ha sucedido con la República-, sino a consecuencia de la incompetencia, frivolidad y esquizofrenia política de una horda de voraces aprendices de funcionarios públicos.
Utilizaron el poder y mancillaron la investidura. Gobernar no es bailar. Los saldos de estos seis años son terribles. Una tragedia.
Los documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional, conocidos como “Guacamaya Leaks”, confirman que vivimos en un narco-estado. Durante esta administración, Veracruz ocupó los primeros lugares de la República en secuestro y extorsión.
Cuitláhuac llevó un ataúd a la SCJN pero se olvidó de acompañar el dolor de las familias de las 6,774 personas asesinadas en su gobierno. Hasta septiembre, la suma de desaparecidos alcanzaba a 276 personas, ignorando el dolor de las familias y la hipócrita declaración de emergencia humanitaria decretada el primer día de su gobierno.
Durante su administración, la policía solo se ocupó para perseguir a sus enemigos políticos. Para los delincuentes, dada su vocación cuatroteísta, solo hubo abrazos.
El crecimiento económico promedio fue de apenas, un vergonzante 1.17%; solamente se generaron 37 mil empleos formales, es decir, 6,200 al año, para una población de 8 millones 133 mil personas.
Hoy Veracruz es el estado número 29 en el Índice de Progreso Social y el 64% de los hogares del estado viven en pobreza.
En materia de salud, la herencia es criminal. Casi 4 millones de veracruzanos carecen de acceso a servicios de salud; más del doble de hace 6 años. Aunque en su desvarío aseguran que “8.2 millones de veracruzanos cuentan con servicios médicos de calidad, con calidez y con equipo de alta tecnología”. Ni siquiera tenemos esa población.
No es casualidad. También decían que recuperaban más autos de los que se robaban.
En educación también reprobaron. Veracruz es el lugar número 30 del país en acceso a conocimientos básicos; somos el cuarto estado con mayor analfabetismo y tenemos la peor matrícula escolar del país respecto al número de habitantes.
La corrupción hizo metástasis. El gobierno trianguló contratos por más de 5 mil millones de pesos a 227 empresas hechizas, con domicilios fiscales en casas particulares. Fue una verdadera fábrica de nuevos millonarios. Veracruz es el segundo estado con mayor incidencia de corrupción, con una tasa de más de 39 mil casos por cada 100 mil habitantes.
Mintieron, robaron y traicionaron a los veracruzanos. Nunca les importaron los pobres. Por eso, el cargo que esperaba en el nuevo gobierno federal, no llegó, ni llegará.
Veracruz es más grande que la tragedia de este gobierno. Veracruz tiene un futuro más prometedor del que le espera a Cuitláhuac y a sus cómplices.
Tendrá que encomendarse a Dios para que la culpa no lo persiga.
La puntita
Hay una gran diferencia entre mano dura y mano firme. Veracruz no requiere de autoritarismo, pero necesita de manera urgente de orden y disciplina. Es mi deseo que el gobierno que inicia distinga entre ambas. |
|