Supe y leí por ahí que a México hubo unos dos pueblos, o tres, que no les llegó el Covid. Aquí cerquita, en Tzoncolco, donde sabemos de ese pueblo, al parecer nadie tiene ni tuvo Covid. Comunidades indígenas que viven y comen de lo que siembran y muchas veces de otras cosas como comerciar la madera y el carbón, que seguido se ven a sus pobladores bajar a estos pueblos de la región de Orizaba a vender esa madera para leña o ese carbón. Son pueblos bendecidos por Dios y pueblos donde casi por lo regular siempre hace frío. Yo recuerdo, hace algunos años que por allí íbamos y dejamos de ir porque los mismos pobladores nos pidieron ya no ir, por la ola de asaltos que se estaban dando en los caminos, unos caminos que no existían hace algunos años y que el gobernador Fidel Herrera Beltrán, en su tiempo de sexenio, les mandó a poner de terracería y luego llegó Felipe Calderón, el presidente, a cementarlo y comenzaron a vivir nueva vida y se hizo la luz para ellos, como en el Génesis. Les llegó CFE y les puso tendidos de postes y luz, llegó también el progreso, llegó el cable económico de VTV y ellos entraron a la dinámica de ver el canal de las estrellas y los otros. Tzoncolco es un pueblo ejemplar, tiene maestros de primera, que se equiparan con Enrique C. Rébsamen, el suizo que llegó a México y se hizo faro y luz de la enseñanza (Porfirio Díaz supo de él y se lo encargó al gobernador de Veracruz, Juan de la Luz Enríquez, y este lo atrapó para bien de los veracruzanos, primero llegó a la Escuela Modelo de Orizaba y luego partió a Xalapa), maestros indígenas que hablan el idioma Náhuatl y que han hecho que esos jóvenes hayan formado una pequeña banda de música, donde hasta aprendieron a leer música, yo los recuerdo así porque hace años dejamos de ir a verlos por la inseguridad en los caminos. Y tienen su escuela de mampostería y techo, gracias a apoyos de la iniciativa privada, y tienen su cancha de usos múltiples de deportes, donde cada lunes celebran los honores a la Bandera y logran cantar el Himno Nacional Mexicano en sus dos idiomas, el castellano-español y el Náhuatl, su iglesia a la que se les dotó de una campana y remodelada. Pronto vendrán los días que recobremos la paz y volvamos a encontrarlos, ver cómo siguen su lucha de no rendirse, de cómo han ido mejorando porque antes subían y bajaban por una ladera de un cerro donde tenían que hacer una hora de camino, de ida, y otra hora de vuelta, los taxis eran las mulas que alquilaban a quienes las tuvieran para poder bajar esa cuesta empinadísima con el producto a vender. Hoy suben los camiones de transporte público, y el pasaje les cuesta 15 pesos y por cada bulto les cobran 10 pesos más. Pueblo que ahí va, en la mejoría gracias al trabajo de sus pobladores y a dos buenos gobiernos que se acordaron que existían y les llevaron los caminos y la luz, porque, diría el poeta: “Lo que antes era un sendero, ahora es un camino real”.
LOS OTROS PUEBLOS MADRILEÑOS
A estos cinco municipios de la región más afectada de Europa nunca ha llegado el coronavirus: La Hiruela, Robledillo de la Jara, Navarredonda y San Mamés, Somosierra y Horcajo de la Sierra. Son poblaciones de la sierra de Madrid, en altitud, donde hace un frío que pela. Tienen poco más de cien habitantes y la vida social de sus vecinos, en su mayoría jubilados que echan la mañana jugando a las cartas o paseando por la carretera, no requiere estrecheces ni aprietos. “Estoy muy a gusto lejos del coronavirus, aunque hay poca diversión. No te puedes arrimar a la gente y tienes que llevar la mascarilla puesta. Que nos tengamos que ver así, con lo bonita que era la vida”, reflexiona un anciano de 75 años, mientras recoge manzanas y tomates en una huerta. En una bañera vieja ha sembrado hortalizas.
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