Llego el presidente según la agenda. Tomó a tiempo su vuelo comercial y pernoctó en la Embajada de México en Washington, sitio que conozco porque en tiempos del gobernador FHB, allí anduvimos una caravana de periodistas acompañándole en un viaje. AMLO llegó y visitó la estatua de Benito Juárez, seguro su pensamiento se fue hasta Guelatao, Oaxaca, donde nació ese hombre que muchos historiadores consideran uno de los mejores presidentes de México, en tiempos turbios para el país, cuando peregrinaba en su carruaje y, por cosas del destino, tuvo contacto epistolar con Abraham Lincoln, el otro presidente laureado, que siempre le apoyo, donde el presidente llegó a su Memorial a poner ofrenda floral. Desayuno y esas cosillas en la Embajada y rumbo a la Casa Blanca, donde se concentra el poder del mundo. Esa casa que George Washington y luego John Adams, el segundo presidente de Estados Unidos, comenzó a construir (1790), en la avenida Pensilvania 1600, canción famosa de Glenn Miller. Se llamaba Mansión Ejecutiva hasta que el presidente Theodore Roosevelt en 1902 propuso al Congreso que adoptara oficialmente el nombre de «La Casa Blanca». Allí llegó AMLO en camioneta blindada, con las fuerzas de los ejércitos y la Marina, soldados posando firme con las banderas oficiales de Estados Unidos y México. Trump lo aguardaba, lo vio y le dijo algo y lo invitó a bajar y voltear hacia su izquierda, donde a lo lejos un panel de camarógrafos y reporteros filmaban el momento histórico. Trump le indicó y ambos señalaron y lo invitó a pasar. Esa casa donde Lincoln y Kennedy y Roosevelt vivieron sus tiempos de grandeza y de tristeza, los dos primeros asesinados en tiempos inciertos, cuando eran presidentes. Había buen tiempo, afuera deambulaban los que gritaban apoyos a favor y otros en contra. Los comunicadores dicen que ese score estaba empatado. Afuera también los hermanos LeBarón, que habían anunciado en tuiter un día antes que irían a la Casa Blanca, a las afueras, para protestar de qué en esa reunión no se hablara de los crímenes en México, más que a ellos su familia fue masacrada.
EBRARD EL GANADOR
La gira terminó en dulzura. Apapachos y besos y loas de uno a otro y aplausos como si se estuviera en el programa Venga la alegría de TV Azteca. Todo dulzura. En las redes reñían los a favor y en contra. Los chairos, que había sido la gira mas chingona de la historia de México. Los conservadores opositores, que era un presidente barbero y rastrero. Lo cierto es que Trump conservó sus ímpetus de arrebato y se portó quietecito. Ni el Muro ni el Dacca ni los migrantes mugrosos. Joe Biden, candidato demócrata, no tardó en responderle. Dijo a sus seguidores que Trump había llamado violadores a los mexicanos, y dejó un mensaje que, cuando gane la elección, será amigo de los mexicanos. Marcelo Ebrard sonreía, era el hombre más feliz después del presidente. Tejió bonito y fino. Todo lo que le aprendió a Manuel Camacho Solís, su jefe y pastor, lo desarrolló a la perfección para que esa gira con el hombre más poderoso y terrible del mundo, saliera a pedir de boca. Partieron turrón, abachos y besos, atrás quedó esa foto donde un día antes Trump fue a retratarse en el ignominioso Muro. Los 11 magnates empresariales, la Mafia del Poder, sonreían, ni estaban todos los que eran ni fueron todos los necesarios, a los que el presidente les caen gordos, los dirigentes empresariales. Pero con Slim, Vázquez Aldir, Salinas Pliego, Bernardo Gómez, Hank González, y otros billetudos, llenó esa Casa Blanca de poder. Regalos y parabienes, un bate de cada lado para ver quien la sacaba del parque, el nuestro muy mexicano, el de Trump quizá uno de los que tomó Joe DiMaggio en su tiempo. El presidente regresa airoso de esa gira. “Fallaron los pronósticos, no nos peleamos, seguimos siendo amigos”, dijo complaciente. Llamó la atención que en su discurso no habló de los conservadores ni los emisarios del pasado ni de todos aquellos saqueadores, era un presidente diferente. Los odios y los rencores los había dejado en México. Quizá en una mañanera regrese a arremeter de nuevo, pero era un presidente diferente. Y algunos aplaudieron que bueno que dejó a la Rocío Nahle en México.
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