La noticia corrió ayer como reguero de pólvora, diría un clásico. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, con sus 11 magistrados y magistradas, le dio palo a la Ley Bonilla. Esa misma ley que la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la cordero que quita los pecados del mundo, mientras le grababan en la oficina de ese gobernador, apoyó su reelección, y el video se hizo viral y no sabía la pobre mujer donde meter la cabeza como avestruz, aun mas después de haber sido Magistrada de la Suprema. No hubo comunicador de prestigio que no se alegrara. Intelectuales. Abogados. La descalificación de esa ley volteaba otro lado, a Palacio Nacional, no era tanto contra Bonilla, era con aquel que le ven cara de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y ha espantado a medio mundo. Los tuiters se sublimaron. Enrique Krauze: “Hoy la SCJN ha estado a la altura de su misión histórica: ha reafirmado el principio maderista de la no reelección. La Republica resiste”.
Felipe Calderón: “Su resolución es una bocanada de aire fresco en un ambiente enrarecido por constantes desplantes de autoritarismo y quebranto de la ley”. Las palmas se las llevaba el presidente Arturo Zaldívar, a quien muchos le aplicaban el sospechosísmo de Magistrado de la 4T. Hoy se fajó bien. Porfirio Muñoz Ledo, aquel que en el congreso mexicano soltó la frase de “Todos juntos somos más que vos”, dijo ayer: “Ya era hora de afianzar, con hechos, la división de poderes”. El hijo del Maquio Clouthier: “Debe el PAN en Baja California correr del partido a los diputados locales que votaron a favor de la Ley Bonilla. Los diputados deben servir a los ciudadanos, la legalidad y el respeto a los DH, y no al poder”. El gobernador puede ir haciendo sus maletas para irse el próximo año. Por lo pronto, a la Ley Bonilla ya la llevan a enterrar, entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán, como aquella canción de la Cucaracha.
NO IMPROVISAR
Los grandes hacedores de discursos presidenciales, solían recomendar a sus presidentes o candidatos que lo menos que improvisaran era mejor. Una pifia cuesta votos. Ayer en Netflix vi un documental de Michelle Obama, la esposa del presidente de Estados Unidos, en un discurso de improvisación de campaña de su marido, metió la pata y desde ese día, ella lo declaró, tuvo que leer en telepronter todo lo que dijera al público. Así parece le pasó al presidente que siempre improvisa, cuando se fue contra los médicos y médicas a quienes acusó de corruptos neoliberales. Eran los que él llamó médicos del neoliberalismo: esos que “preguntaban al paciente: ¿qué tienes? Me duele acá doctor. No, qué tienes de bienes”. En momentos que estos doctores se juegan la vida por el Coronavirus y muchos han fallecido en esos hospitales donde atendieron Coronavirus, eso caló muy mal. Es aporrear a lo loco y tirar golpes a lo buey. Después de la andanada y una carta de los mismos doctores, alguien hizo rectificar al presidente: “Si lo entendieron así, ofrezco disculpas, no fue eso, hablé de que los médicos tienen una vocación humanista, cómo voy a hablar mal de los médicos, a mí me salvo la vida un grupo de doctores, todo lo están tergiversando”, explicó en su conferencia mañanera. Cito a Gil Gámez: “Como rayos y centellas, grupos de médicos respondieron: la Federación Mexicana de Colegios de Obstetricia y Ginecología protestó enérgicamente por los disparates infamantes del Presidente y en su carta citaron una buena línea de Adolfo López Mateos: “al darme cuenta del poder que tiene la palabra del Presidente, me prometí no volver a improvisar”.
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