El psicoanálisis sostiene que los mecanismos de defensa son procedimientos inconscientes que mantienen el equilibrio psicológico. Esos dispositivos psíquicos, sin que nos demos cuenta, nos protegen del miedo y el pánico y nos sirven para enfrentar la angustia que provoca la vida y los objetos amenazantes. El coronavirus pone en juego varios de esos mecanismos defensores de la integridad mental. Sin esas pericias defensivas nuestro aparato intelectual colapsaría con el concomitante riesgo de enloquecer. La ansiedad, angustia y depresión —que nos provoca el momento— pondrán a prueba nuestra psique que si se derrumba o cae en síncope aparecerán varias patologías, entre ellas la violencia de variado tipo.
Negación, en este caso una persona niega mentalmente situaciones peligrosas o riesgosas y las expulsa de la consciencia y, al hacerlo, la persona que usa ese mecanismo defensivo, se comporta como si no existieran riesgos en el entorno o su peligrosidad fuera inocua. Con argumentos pueriles o mágicos “desaparecen” la peligrosidad del objeto amenazante. Por ejemplo: “el virus no existe”; “están exagerando con el tema”; “son inventos del gobierno para controlarnos.” Esas mentalidades, aparte de sus comportamientos temerarios, no son capaces de aceptar la peligrosidad del coronavirus y —al mismo tiempo— no ponen reparos a la existencia y alto riesgo de encontrarse de frente con el “chupacabras”; no creen que el hombre llegó a la luna y el evento lo reducen a un montaje televisivo; al mismo tiempo confían “a pie juntillas” lo que pregonan los conductores de noticias y los analistas políticos de la televisión.
El diccionario psicoanalítico de Laplanche & Pontalis define la racionalización cuando: “el sujeto intenta dar una explicación coherente, desde el punto de vista lógico, o aceptable desde el punto de vista moral, a una actitud, un acto, una idea, un sentimiento, cuyos motivos verdaderos no percibe.” Se sustituye un razonamiento, que no es aceptable, por otro que resulta admisible. Pondera la realidad y le otorga una valoración diferente o contraria a la inicial y más acorde a sus creencias o ideología. Para enfrentar el coronavirus desestima las cifras, datos o recomendaciones de los especialistas y expertos en el tema e invalidan el discurso de la ciencia o de los científicos; prefieren escuchar las indicaciones de políticos inescrupulosos y contrahechos; también siguen las instrucciones de “comunicadores” inmorales y con severas deformaciones profesionales. Los politicastros y gacetilleros con sus peroratas ponen en riesgo la integridad, salud y vida de muchos mexicanos y eso lo hacen por no ser partidarios o simpatizantes de la 4T. En el fondo tienen miedo —a veces pánico— que las políticas del gobierno federal se consoliden y avancen. Tienen pavor de quedar marginados —en las elecciones del 2021 y 2024— de los puestos públicos y de la ubre presupuestal; los otros, sienten horror de seguir perdiendo credibilidad, audiencias y dinero. Sus pataletas y berrinches en los micrófonos, pantallas o columnas provocan —paradójicamente— lo que quieren evitar.
El desplazamiento es otra argucia defensiva en que la mente reorienta algunas emociones que provoca un objeto al percibirlo como peligroso deslizando la peligrosidad y temor a un ente no dañino. El diccionario psicoanalítico define el desplazamiento de la siguiente manera: “Consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa.” Muchos de nosotros no comprendemos lo que es un virus
ni porque hace tantos estropicios en la naturaleza humana, tampoco existe el conocimiento para anularlo o la consciencia para evitarlo. Como no tenemos entendimiento cabal del bicho preferimos defendernos de esa amenaza y desplazarla —por asociación— a figuras que están en contacto con ese diminuto ente. El miedo, rechazo y repugnancia que produce el virus se desplaza o traslada a los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud, identificándolos como peligrosos focos de infección. Ellos luchan contra el virus, la muerte y encima de lo anterior se enfrentan con los ataques y ofensas de los desquiciados y violentos.
Esos y otros siete mecanismos de defensa se fueron construyendo mientras nos convertíamos en humanos. La civilización y la cultura troquelaron nuestra mente —con todos sus artificios, recovecos y perversiones— hasta quedar como la conocemos actualmente. El espíritu humano también se fue erigiendo poco a poco a través de los siglos. El amor, comprensión, solidaridad, y cooperación son ejemplos de los más apreciados rasgos humanos. No todo es concordia, reciprocidad o relación armónica en las relaciones sociales. El odio, traición y egoísmo son energías que no descansan y se empeñan en destruir las partes saludables del espíritu humano. Los neoliberales están obstinados en derrumbar los incipientes sueños democráticos del pueblo mexicano. Quieren recobrar el poder para: concluir su labor de zapa y demoler el sistema público de educación; seguir entregando —a las potencias extranjeras— los recursos energéticos; devastar el sistema de salud; pretenden seguir vendiendo comida chatarra con todos los males que provocan; etcétera. Esos son algunos de los pendientes de los politicastros que estuvieron al frente del país en las últimas décadas. Un puñado de gobernadores, contrarios al gobierno federal, junto con empresarios dueños de cadenas periodísticas o concesionarios de estaciones de radio y TV también se oponen al avance democrático y de justicia social de la 4T.
Los empresarios dueños de medios tienen como empleados a verdaderos gatos de angora; felinos que mutan y se convierten en perros de caza cuando así se les ordena. Desde las 5:30 de la madrugada —y hasta cerca de la medianoche— atacan, principalmente, al presidente y al vocero del sistema de salud. Invitan a “expertos”, “especialistas”, miembros distinguidos de la “sociedad civil”, “encuestadores” o “líderes de opinión” que sean contrarios a la 4T; ponen a su disposición micrófonos y pantallas para que despotriquen, desaprueben o descalifiquen a los funcionarios federales. Los columnistas de algunos periódicos o páginas electrónicas lanzan virulentos ataques a miembros de la 4T; muchos de esos libelos están cargados de falsedades. Es saludable que el presidente señale las calumnias, repruebe públicamente la información falsa que se propaga o critique la falta de ética de algunos gacetilleros. Y eso, no se hagan tarugos, eso no es coartar la libertad de expresión. Por fortuna, esa nefasta camarilla va, irremediablemente, en picada y de salida. Ojalá pronto empiecen a arriar banderas.
Por último, la sublimación es un mecanismo de defensa que nos aleja de comportamientos primitivos o toscos y nos ayuda a avanzar culturalmente. Se trata de un proceso psíquico mediante el cual la energía libidinal se aleja de su objetivo primigenio y se desvía hacia nuevos propósitos. Ejemplos de sublimación son la realización de tareas creativas o de prestigio social como el arte, la ciencia, la tecnología o la política con ética. El pueblo de México tendrá que sublimar, mucha de su energía, para soñar con nuevos rumbos y proyectar futuros promisorios en la urgente reconstrucción del país. ¡Ah! Y, ya de paso, eliminar a muchos virus sociales.
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