EL LENGUAJE ambiguo es aquel que se puede entender o interpretar de más de una manera, y en política hay quienes lo utilizan para sembrar dudas y crear escenarios adversos en contra de individuos, empresas u organizaciones a las que se busca denostar utilizando palabras inciertas o dudosas. Y es que ambiguas son, comúnmente, expresiones o situaciones que pueden comprenderse de diferentes maneras o generar confusión, y en ello ha incurrido, sin duda, la encargada del despacho de la Fiscalía General del Estado (FGE), Verónica Hernández Giadáns cuando asegura que se encontraron 300 aviadores en la dependencia a su cargo que cobraban hasta 40 mil pesos de salario mensual sin trabajar, entre estos varios periodistas que estaban en nómina, y cuyos salarios variaban pero iban desde los siete mil pesos en adelante. Hernández Giadáns, impuesta en esa posición por el Secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos –y no por el Congreso del Estado, además de que no ha sido ratificada- siembra la duda en un gremio que no ha sido grato para la administración de Cuitláhuac García Jiménez, y en un dejo de perversidad, seguramente, inducida por el oriundo de Otatitlán pero avecindado toda su vida en Baja California, arrastra con su declaración a todos los medios, cuando lo honesto habría sido dar a conocer la lista de “aviadores” para que cada cual aclarara o denunciara lo pertinente, pero al señalar que en la lista hay periodistas aviadores siembra la incógnita y alienta a la sociedad a engendrarse pensamientos adversos contra los comunicadores que ya de por sí han sido estigmatizados por el propio Presidente Andrés Manuel López Obrador con diversos señalamientos que van desde “fifís” hasta cómplices del saqueo.
EL DICCIONARIO de la Real Academia Española define el adjetivo perverso como “sumamente malo, que causa daño intencionadamente. Que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas”. Y aunque esa definición no refleja fielmente la fuerza semántica con que el vocablo perverso suele aplicarse para calificar a las personas que actúan de una manera realmente vil, causando a otros un daño de gran intensidad, tampoco se trata de atribuirle a alguien una maldad pura y simple, en este caso a Hernández Giadáns que solo sigue las instrucciones que le dictan desde palacio de Gobierno, contaminando a una dependencia que debería ser autónoma. Otros diccionarios son, en ese sentido, más precisos. El de uso del español de América y España VOX, por ejemplo, dice que: perverso(a) es una persona que obra con mucha maldad y lo hace conscientemente o disfrutando de ello. Por ello, el adjetivo perverso es uno de los vocablos más fuertes de que disponemos en nuestro idioma para denigrar a una persona. Su carga ofensiva, injuriosa y difamatoria es enorme, y por eso no debe hacerse uso de ella alegre e indiscriminadamente. Cuando tildamos a alguien de perverso, la calificación debe estar muy bien fundamentada. De lo contrario, atribuir tal condición a quien en realidad no la tenga puede ser contraproducente, y convertirse así en una perversidad de quien de tal modo actúa, en este caso quien dio la orden a la encargada de la Fiscalía de informar ambiguamente en torno a la afamada lista de periodista aviadores sin dar nombres, como debe corresponder cuando se actúa con responsabilidad, involucrando tácitamente a todos, y de esta manera contener a periodistas que se han convertido en una piedra en el zapato de don Patro.
HEMOS TENIDO buenos y malos comentarios (sin perversa intención) de Verónica Hernández Giadáns; no la conocemos y no haremos juicios sumarios contra ella, sin embargo, en honor a la verdad, la funcionaria debe esclarecer lo que vertió ambiguamente, como el hecho de que a su llegada detectó excesos en gastos y un dispendio en la nómina que incluía hasta al personal doméstico de altos funcionarios que cobraban en la dependencia. “Había vicios en las fiscalías regionales”, y encontraron dos casos de fiscales que cobraban “moche” a empleados para cambiarlos de lugar de trabajo o prometerles plaza (aquí se denunció en tiempo y forma y la Fiscal lo negaba), además de gastos excesivos en gasolina y altas compensaciones a personal, algo que debería transparentar como el Presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó que se hiciera con el expediente del director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, “para evitar mayores especulaciones” (y lo que será la cruz del Presidente en el fingido combate a la corrupción). Porque dejar las cosas como las vertió, sería incurrir en lenguaje ambiguo y, por tanto en perversidad para afectar a la totalidad de un gremio ya de por si desdeñado por las actuales autoridades.
Y ES que si hay aviadores, personas que cobran sin devengar un salario que nos cuesta a todos, deben ser denunciados o exhibidos, pero si el nombre de un periodista fue usado con fines aviesos sin su consentimiento para ordeñar recursos públicos, estaría en su derecho de presentar denuncias para limpiar el nombre, y por ello la necesidad de que se hable con claridad, ya que sería como decir que el Gobierno de Cuitláhuac García Jiménez es corrupto, cuando podrían ser unos cuantos pero no la generalidad. Eso sería un lenguaje ambiguo o perverso que solo busca lastimar sin ser precisos, sin establecer quien sí y quien no, y en el caso de la Fiscal Hernández Giadáns, aunque le deba el cargo a Cisneros Burgos no debería prestarse al juego de un personaje que solo busca quedar bien con el Gobernador en aras de asegurarse un futuro ya sea en el 2021 o 2024, o incluso, en el 2020 en caso de que Cuitláhuac García Jiménez deba ser separado del cargo al convertirse en un riesgo para la consecución del triunfo del Movimiento de Reconstrucción Nacional en futuros procesos.
TAL VEZ la señora Fiscal ignore que en psicología existe el perverso narcisista que es una persona sin capacidad de empatía real, ya que ésta es más bien utilitaria, pues sólo reconoce las necesidades del otro en la medida que sirvan a su propio beneficio, y no deseamos pensar que sea el caso del Secretario de Gobierno. Y es que el Trastorno Narcisista de la Personalidad puede considerarse una alteración del carácter que genera discapacidad para la vida personal, afectiva, interrelacionar y laboral de la persona que lo padece, y la clínica que suelen presentar esos pacientes es vergüenza, que es un afecto común y doloroso del narcisista que lo disfraza sintiéndose el más guapo (ofreciendo bondades comprometedoras a quienes le rodean) e inteligente (pagando a quienes les hacen libros y escritos con los que pretenden mostrar una materia gris que no poseen). Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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