DE UN tiempo a la fecha al interior de la sociedad se percibe una sensación de desencanto, irritación y arrebatos producto de cierta ira muchas veces no contenida que se manifiesta con palabras, gritos y ademanes bruscos y violentos. Son infinidad de casos donde la pelea por un cajón de estacionamiento, rebasar o encender las luces del auto insistentemente en carretera para exigir paso, hacer ademanes al otro conductor o, en el peor de los casos, un accidente vial menor, pueden hasta provocar pérdidas de vidas humanas La sociedad esta como irritada, colérica, enojada, y las emociones fluyen fuera de control provocando que en cuestión de segundos cambie el curso de nuestras vidas ya sea por ser agredidos o agresores. Pero ¿qué hace que nos enfademos tan incontrolablemente? Cuestionamos a expertos, y estos aseguran que las emociones están muy ligadas a nuestros pensamientos, por lo que una situación puede ser “vivida” de formas muy diferentes en función de la persona. Por eso, más que referirnos a situaciones “objetivas” que dan lugar a la emoción de ira, lo correcto es referirse a los pensamientos asociados que causan ira, pues esta es una emoción que aparece cuando nos vemos sometidos a situaciones que producen frustración o nos resultan desagradables, y en ese inter nos sentimos atacados. Hay, sin embargo, situaciones frustrantes que hacen fluir la ira como la obstrucción del acceso a una meta (despidos, desempleo y escasas posibilidades de conseguir ingresos suficientes para subsistir y dar lo necesario a la familia entre otros), esto es, cuando la consecución de nuestros objetivos se ven interrumpidos, y cuando se estima que se puede actuar sobre los factores que bloquean su acceso anteponiendo la sinrazón a la prudencia. Es entonces, cuando aparece la ira.
HAY OTROS aspectos que la desencadenan: cuando se sobrepasan las normas sociales, se vulneran nuestros derechos o nos tratan de una forma injusta, y cuando no aparece la recompensa que esperamos tras realizar una conducta (y un ejemplo simplista es, por ejemplo, cuando no sale la lata de coca-cola después de introducir la moneda en la máquina, nos enfadamos). Así, las experiencias desagradables favorecen la emoción de ira facilitando la expresión de conductas agresivas. Y bastan segundos para cambiar el curso de nuestra vida y la de los seres que nos quieren, como ha sucedido la noche del sábado tras un problema vial menor ocurrido en el Arco Sur de Xalapa, donde además de alumbrado hace falta vigilancia no obstante que en esa zona se encuentra la Fiscalía General del Estado y los juzgados Federales, entre otros los tribunas respectivos. Un hombre rozó con la unidad que tripulaba a un auto Jetta conducido con imprudencia en el que se desplazaban tres varones que a la postre resultaron ser escoltas del subsecretario de operaciones de la Secretaría de Seguridad Pública, pero en el lugar de los hechos las partes se culpaban sin lograr conciliar un acuerdo aun cuando los daños eran menores. Llegaron policías viales y al ver que nada lograrían los conminaron a acudir a las oficinas de la Dirección de Tránsito y Transporte donde ante los peritos definirían que hacer.
Y ASI acordaron: los autos –el Jetta y la camioneta del particular- fueron llevados a la DGDT por los propios conductores, y cuando finalmente parecía solucionado el conflicto salieron acompañados de personal de tránsito para evaluar los desperfectos, pero de pronto algo paso: uno de los escoltas (no se sabe si el militar o el policía) desenfundó un arma y vació la carga en la humanidad de Juan Fernando Rodríguez Nolasco, de 39 años, que es el nombre del propietario de la camioneta quien cayó muerto instantáneamente; el acompañante también desenfundó para evitar que alguien osara detenerlos, y acto seguido intentaron darse a la fuga, pero metros adelante fueron aprehendidos por personal de la policía vial. Uno de ellos (de acuerdo a los documentos dados a conocer) responde al nombre de Neftali Reyes Contreras tiene 25 años, es soldado de infantería y, al parecer, oriundo de Tamaulipas; otro es Gerardo Domínguez Contreras, de 27 años, policía, ambos asignados a la Secretaria de Seguridad Pública como guardaespaldas de un alto funcionario de la dependencia.
PERO ¿QUÉ los motivó a cambiar el curso de sus vidas? Lo ignoramos, aunque, sin duda, la ira fue un factor determinante como ocurrió el pasado miércoles 10 de este mes en el puerto de Veracruz, cuando dos personas discutieron por un cajón de estacionamiento en una plaza comercial del fraccionamiento Floresta, y luego de varios insultos y empujones, uno de ellos sacó de entre sus ropas un cuchillo que clavó en la mejilla de su adversario haciéndole perder la visión de un ojo, situación que pudo derivar, incluso, en una pérdida de vida. Y uno de pregunta: ¿valía la pena perder muchos años de libertad en el encierro, porque esos estará el agresor en prisión, solo por no poder contener la ira, mientras que el agredido ahora pasará el resto de su vida sin un ojo? Lo cierto que en ambos casos, como en el asunto de los escoltas agresores, quienes padecerán las consecuencias son sus respectivas familias. Por un lado el muerto que, seguramente era el sostén de una familia, por el otro, los agresores que ahora estarán en prisión pese a la juventud de ambos, desatendidos de quienes de ellos dependían, y lo mismo ocurre en el caso de quien perdió un ojo y quien extravió la libertad, pues en ningún caso, téngalo por seguro habrá reparación del daño a la víctima.
LA IRA, CÓLERA, rabia, enojo o furia es una emoción que se expresa a través del resentimiento o de la irritabilidad, según los expertos, aunque algunos la ven como parte de la respuesta cerebral de atacar o huir de una amenaza o daño percibido, aun cuando puede tener muchas consecuencias físicas y mentales. No en vano, según la Iglesia Católica, la Ira es uno de los siete pecados capitales del ser humano, ya que suele expresarse contra los demás mediante el asesinato, o contra uno mismo, por el suicidio. De ambas formas es condenada por el catolicismo. En 1589, el obispo y teólogo alemán, Peter Binsfeld, basándose libremente en fuentes anteriores asoció la ira con el demonio Amon, que tentaba a la gente por medios asociados al pecado. Sin duda, la Paciencia que es una de las Siete Virtudes que forman parte del Catecismo de la Iglesia Católica, y debería servir para saber cómo afrontar la tentación de ira, puesto que se contrapone a ella y por eso sirve como toda virtud para salvar el alma. Sin embargo, en una sociedad como esta, acosada por inseguridad y violencia: secuestros, asaltos, extorsiones, ejecuciones, descuartizados, desaparecidos, cobros de piso y abusos de poder, ya no quedan virtuosos, y la ira se sigue imponiendo para transformar, casi siempre para mal, la vida de quien no la contiene y, peor aún, de sus familiares que pagan las consecuencias de ello. Así de simple…OPINA carjesus30@hotmail.com
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