SIN UN Estado Mayor que lo proteja, abriendo frentes por todas partes –menos contra la delincuencia organizada a la que dijo, en una de sus mañaneras, que la Guardia Nacional no tendrá el objetivo de confrontación con las bandas del crimen-, el Presidente Andrés Manuel López Obrador crea un conflicto interno innecesario al interior de la Policía Federal a la que descalificó desde que asumió el poder, y de paso “le jala los bigotes al tigre” aduciendo que si por él fuera desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional, algo que al interior de las fuerzas armadas no ha sido bien visto, sobre todo por los generales de viejo cuño que asumieron el pronunciamiento como despreciativo, pues bastaría ver los documentos históricos de la Secretaría de la Defensa Nacional en los que rubrican: “La historia del Ejército Mexicano es en cierto modo, la del País, de sus luchas, de sus empeños por reconquistar su Patria, afianzar la independencia, salvaguardar su libertad y erigir un camino autónomo de vida”. Pero López Obrador insistió que si por él fuera, declararía que México es un país pacifista “que no necesita al Ejército” y que la defensa de la Nación, en el caso de que fuese necesaria, la harían todos los mexicanos. Pero no se trata de defensas de la Nación puesto que el nuestro no es Ejército de guerra sino de salvamento, de apoyo irrestricto a la población que lo necesita en casos de desastres naturales: sismos, inundaciones, epidemias. Las fuerzas armadas siempre han estado presente al lado del pueblo, y ofenderlas con un liberalismo absurdo de que México es un país pacifista que no necesita al Ejército es, por donde se observe un acto discriminatorio y despectivo, y aunque el Secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González está de su lado –porque así se lo exigen las instituciones-, hay un orgullo militar que no acaba de asimilar la postura presidencial.
NADIE DESEA que al Presidente López Obrador le pase nada malo, como tampoco se desea que a nadie le ocurra absolutamente nada que trastoque su tranquilidad, y acaso por ello el Jefe de las Instituciones Federales ha hecho, por otra parte, llamados a la paz a la delincuencia organizada -o autorizada- para que se serene, y en ese tenor les dice que “no es valentía eso de estar haciendo cosas indebidas, haciendo sufrir al prójimo, a sus semejantes” e insiste que “ya Chole con eso”. Y en un acto desesperado, como el padre que busca apaciguar a los hijos recurriendo al sentimentalismo, pide a la delincuencia “no hacer sufrir a sus mamás y portarse bien”, pues sostiene –como si a los delincuentes les importara- que “ya no son bien vistos quienes cometen un delito” (jamás han sido bien vistos), pues asegura que existe un cambio de mentalidad y, por lo tanto, les recomienda “que se porten bien porque hacen sufrir mucho a sus mamás, a sus familiares. Ahí andan las mamacitas sufriendo porque sus hijos están detenidos o porque no les han hecho justicia porque uno de los hijos o dos perdieron la vida”. No sabemos, porque no somos psicólogos o expertos en conducta humana si aquellos que han levantado, asesinado y descuartizado a sus víctimas; que envenenan, secuestran y extorsionan harán caso al llamamiento de AMLO de “portarnos bien todos” y dejar de hacer sufrir al prójimo, pero lo cierto es que si con el Ejército, la Marina y la Policía Federal no se ha avanzado en el combate a la delincuencia, menos profesando conductas bíblicas.
DE QUE Andrés Manuel López Obrador tiene buenas intenciones, eso ni quien lo dude, pero Francisco I Madero también las tenía, estaba en contra de la reelección y creía en la democracia y en la necesidad de renovar el gobierno, pero por eso se convirtió en un peligro para los grupos de interés de ese tiempo que lo mandaron combatir, pero las fuerzas maderistas que ya eran muchas –entre las que se encontraban los ejércitos de Francisco Villa, Emiliano Zapata y Pascual Orozco- derrotaron al Ejército Federal que nunca se la perdonaron. Porfirio Díaz renunció a la presidencia y salió del país rumbo a Francia donde murió en 1915, y el gobierno provisional quedó en manos de Francisco León de la Barra, gente cercana a Díaz, cuya administración se desarrolló como una prolongación de la dictadura. Y la historia todos la conocen: después del interinato y al llegar Madero a la presidencia a principios de Noviembre de 1911, la situación no le era nada favorable, pues don Pancho tenía enemigos por todas partes. Como resultado de los Acuerdos de Ciudad Juárez, muchos porfiristas quedaron en el gobierno interino, y estos se encargaron de hacerle la vida imposible, por lo que se enfrentó a una gran inestabilidad política: primero, tuvo que luchar contra un poder legislativo que le era totalmente adverso; luego aprovechando la libertad de prensa fue atacado por sus enemigos que lo ridiculizaban severamente y, finalmente enfrentó las rebeliones armadas de Bernardo Reyes, Pascual Orozco, Félix Díaz y Emiliano Zapata, en suma, a menos de un mes de que Madero asumiera la Presidencia ya tenía en su contra varios grupos porfiristas y revolucionarios y, lo peor, al propio ejército que lo calificaba de blandengue. Madero confió, entonces, las tropas del gobierno al General Victoriano Huerta, un militar alcohólico que no lo respetaba puesto que mando asesinar a su hermano Gustavo Madero, y posteriormente obligó a Francisco I Madero a renunciar a la Presidencia y a José María Pino Suárez a la Vicepresidencia, ordenando su asesinato el 22 de febrero de 1913.
CIERTAMENTE, NUESTRO ejército es pacifista, aun cuando tiene implementados tres planes de estrategia denominados: Plan DN-I: diseñado para enfrentar un país o fuerza extranjera enemiga que nos invadiera, problema que si bien pudiera suscitarse, continúa siendo una remota posibilidad por ser México un país entregado a la paz conforme a la Doctrina Estrada de no intervención y al principio de Benito Juárez: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno, es la paz”; el Plan DN-II: que se refiere al combate a las fuerzas internas que socaven la estabilidad de las instituciones como en el momento actual, cuando sostiene un combate frontal al narcotráfico –aun como Guardia Nacional-, lo que ha aumentado drásticamente la presencia militar visible en varios estados del País al realizar labores policiales de forma rutinaria y, el Plan DN-III: que atiende a la población civil en casos de desastres naturales como huracanes y terremotos, y con este programa el ejército recobra todo lo que pierde con el segundo; y es que el empleo del ejército en tareas policíacas se da en México debido a la corrupción en los cuerpos policíacos municipales y estatales, y entonces uno se pregunta: ¿pero qué necesidad de AMLO de andarle jalando los bigotes al tigre?. Ciertamente su pecho no es bodega, pero hay cosas que es mejor evitar decirlas, porque se trata indiscutiblemente del representante de todos los mexicanos y nadie, por exabruptos o exceso de libertad lingüística desearía que le pasara nada. Por cierto, los policías Federales a punto de perder sus empleos, podrían convertirse en enemigos potenciales si no son atendidos, y vaya que la delincuencia está a la espera de reclutar a los que pueda. Al tiempo…OPINA carjesus30@hotmail.com |
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