CUANDO SE viene del pueblo, al que Andrés Manuel López Obrador bautizó como el “pueblo bueno”, se tiene presente una enseñanza por encima de cualquiera: el respeto a los mayores, más aun si se trata de los abuelos o bisabuelos que tienen un sitio preferente en la escala de valores de la familia. Desde niños los padres nos exigen respeto para los abuelos, pero también a los hermanos de estos, a los tíos que son como una extensión de los padres, y el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez expresa respeto a su tío Julio Guerrero Durán en una foto de cumpleaños fechada el 10 de Agosto de 2014, cuando ni soñaba ser Gobernador: aquí celebrando el cumpleaños de mi tío”, escribiría de su familiar que ahora, “en la cúspide del pinche poder” rechaza a conveniencia. Se le observa alegre y risueño mientras su pariente muestra en los bigotes pedazos de pastel tras ser empinado hacia la golosina por hijos y sobrinos, entre otros Canek García Jiménez, hermano del gobernante –y funcionario del ayuntamiento xalapeño- a quien se observa complacido al lado de su, ahora, poderoso consanguíneo. Pero el poder (pudo haberlo dicho el historiador y político inglés, Lord Acton), no sólo corrompe sino que además enloquece, y ahí están los ejemplos de Nerón (que mandó incendiar Roma en el año 64 para culpar a los cristianos y reprimirlos) o Calígula (que hizo cónsul a su caballo, como más o menos sucede en estos tiempos cuando se hace funcionario de primerísimo nivel al primo hermano). Dicen estudiosos de la conducta que cuando el poder enloquece puedes creer que las normas, leyes y acuerdos no se aplican para tu persona, que todo te es permitido o excusado por ser quien eres. Pierdes la concepción de los vínculos sin que importe estar en un mundo honesto o deshonesto y puedes enloquecer por igual. Por eso algunos venden el alma a ciertos mundos corporativos viviendo el encanto de los viajes, comisiones, dinero que sobra, fraudes o peculados, y el dulce sabor del reconocimiento que se convierte en el veneno de cumplir las metas por encima de todo, so pena de perder esa fantasía en la que quedan atrapados.
CON EL poder, cuando llega sin que te cueste, se pierde, incluso, el respeto a la familia y a los mayores y eres capaz de negarla pese a las evidencias: “mis apellidos no son Guerrero, ni Pérez, soy García Jiménez y no hay ningún García, ni Jiménez que sea de mi familia que esté en el gobierno, y siempre a mis colabores les he dicho que evalúen la actividad y el profesionalismo de las personas que están con ellos”. “Mi pareja no está trabajando tampoco en el gobierno, ninguna de mis cuñadas está trabajando tampoco en el gobierno”, y cuando la insistencia se torna desagradable en torno al primo hermano que niega insistentemente como Pedro a Jesús, surge la respuesta ambigua, cargada de irreverencia y menosprecio: “Eso tendrán que averiguar por lo siguiente; tiene que ver con mi abuela, y nosotros con unos González y otros que no recuerdo sus apellidos y decidimos decirnos primos y ya. Yo ya no voy a poder cuestionar a mi abuela, lo siento, en paz descanse”. Y ante el ¿what? reporteril la respuesta irrespetuosa: “Estoy diciendo que mi abuela, ya dije que mi abuela, cómo me voy a meter en la vida privada de mi abuela si ya falleció”.
“MIENTE, MIENTE que algo queda” es una frase atribuida a Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, aunque otros se la abonan a Paul Joseph Goebbels, uno de los principales antisemitistas de Adolfo Hitler aunque, como fuera, la cita asociada al filósofo francés François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire refiere que la mentira solo es un vicio cuando obra el mal, pero cuando obra el bien es una gran virtud, y agregaba el autor de “Cándido o el optimismo” en uno de sus tantos escritos sobre filosofía: “sed entonces más virtuosos que nunca. Es necesario mentir como un demonio, sin timidez, no por el momento, sino intrépidamente y para siempre [...] Mentid, amigos míos, mentid, que ya os lo pagaré cuando llegue la ocasión”, y vaya que el Gobernador lo está pagando, porque hasta sus seguidores comienzan a considerarlo un engañador (y conste que no dijimos patrañero o farsante), porque no solo negó a su tío, hermano de su padre, sino a su primo hermano, hijo de su tío pero, lo principal, mintió al pueblo que le dio un voto de confianza y de paso se llevó entre las coces a su abuela –que en gloria esté-, y que no merecía ser traída a la polémica, ya que si alguna falta tuvo en vida, seguramente Dios ya la perdonó. Lo peor es que el maestro Atanasio García Durán, padre del Gobernador que ha vivido en su casa por más de 50 años, nada ha dicho en defensa de su progenitora, ni siquiera el negado tío Julio Guerrero Durán, y eso es algo que no tiene perdón del Creador.
DICEN EXPERTOS en conducta humana que los abuelos son piezas invaluables en la estructura familiar, porque aportan experiencia, conocimiento, afecto. En suma, ayudan a enriquecer la vida emocional de sus nietos, algo que, por lo visto no ocurrió con el mandatario en funciones, y no se le culpa ya que hay niños, adolescentes y adultos que no respetan a sus abuelos. No toman en cuentan sus opiniones, los marginan y hasta se burlan de ellos, pero el ejemplo lo dan los padres, de acuerdo a un estudio de Liliana Tuñoque, psicóloga de la Clínica Internacional. “Si los niños ven que papá y mamá no respetan a sus propios padres (los abuelos), también se comportarán así”, y por eso la especialista recomienda que sean los padres quienes valoren primero la figura de los abuelos.
VAMOS, INCLUSO en la sociedad mexica, la vejez comenzaba cuando el hombre o la mujer alcanzaban los 52 años (Cuitláhuac tiene 51), es decir, cuando se cumplía un siglo, esto es, transcurridas 52 vueltas del ciclo de 365 días y 73 vueltas del calendario adivinatorio. La persona que alcanzaba tal edad era respetada por la comunidad y se le eximía de muchas de las obligaciones que hasta entonces debía cumplir: ya no pagaba tributos, sus consejos se consideraban sabios y podía consumir el sabroso pulque: la “bebida de los dioses”. Ser viejo no equivalía a la exclusión de la sociedad, por el contrario, los viejos seguían activos y en ellos recaía la tarea de concertar los matrimonios, las ceremonias religiosas, a más de interferir con sus consejos en los asuntos del trabajo, la familia y la guerra, pues se tenían muy en cuenta su experiencia y sus conocimientos acumulados en un siglo de existencia, había cierta igualdad para la mujer que los españoles revirtieron. Fray Bernardino de Sahagún nos refiere en su obra cumbre Historia general de las cosas de Nueva España: “El viejo es cano, tiene la carne dura, es antiguo de muchos días, es experto, ha experimentado muchas cosas; ganó muchas cosas por sus trabajos. El buen viejo tiene fama y honra, es persona de buenos consejos y castigos; cuenta las cosas antiguas y es persona de buen ejemplo. El mal viejo finge mentiras, es mentiroso, borracho y ladrón; es caduco, fanfarrón, es tocho, miente y finge”. En fin, cada quien su cuento, pero nuestros viejos merecen todo, absolutamente todo el respeto y la complacencia por todo lo que construyeron, incluso a nosotros mismos. OPINA carjesus30@hotmail.com
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