EN EL cementerio de Montparnasse, en París, hay una modesta tumba de color gris que simula ser una capilla. En la parte superior tiene grabado el escudo nacional: un águila real devorando a la serpiente, y más abajo, en la curvatura casi triangular se distingue un nombre inscrito: Porfirio Díaz. Es el sepulcro de quienes muchos consideran un dictador, aunque otros le otorgan el título de héroe indiscutible en la guerra de intervención de 1862 –cuando el imperio francés intentó apoderarse del País-. Unos más lo llaman el gran reconstructor e iniciador de la modernidad, pues además de la introducción del ferrocarril que fue un detonante del progreso, ordenó la construcción de puertos que aún subsisten, la apertura de capitales extranjeros para impulsar la industria, sobre todo la minería y textilera. El comercio se fortaleció debido a la expansión del sistema ferroviario y a que el gobierno decidió suprimir las alcabalas, impuesto que exigían los estados de la República y que hacían más lento el trámite comercial, además de que planteó la necesidad de crear productos dirigidos a la exportación, por lo que el País comenzó a depender económicamente de los capitales extranjeros. Con Díaz Mori arrancó el desarrollo pero, también, los círculos de poder que beneficiaban a unos y perjudicaban a las mayorías, y por ello dieron inicio movimientos sociales de rebeldía que eran socavados por el ejército fiel al dictador. Surgió Francisco I Madero como apóstol del cambio (aun cuando era hijo de hacendados), encabezando una revolución que obligó a don Porfirio a exiliarse, pero ni por ello se apaciguó el País, por el contrario, tras su partida en el Ipiranga hubo más traiciones, muertes, golpes de Estado y violencia, pero todo se le cargó al oaxaqueño aun cuando sátrapas como Victoriano Huerta cometieron los peores abusos como el asesinato de Madero y su hermano Gustavo, y del vicepresidente José María Pino Suárez, pero lejos de ser juzgado por sus horrendos crímenes fue exiliado y murió en un hospital de Fort Bliss en El Paso, Texas, el 13 de Enero de 1916, víctima de cirrosis hepática ocasionada por su conocido hábito de abusar del consumo de bebidas alcohólicas, y nadie lo recuerda, sin embargo, si usted viaja a Francia y visita Paris, en el panteón de Montparnasse podrá constatar que la tumba de Díaz regularmente tiene flores frescas, cartas, imágenes de la Virgen de Guadalupe, pensamientos positivos de mexicanos y extranjeros que reconocen al hombre que dio lustre a México en una época complicada.
Y USTED se preguntará ¿Por qué rememorar a un personaje que es odiado por muchos aunque por otros es admirado? Porque este martes el Presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que no se opondría a repatriar desde Francia los restos del General Porfirio Díaz Mori, quien gobernó México de 1876 a 1911. “No tendría inconveniente si se planteara traer los restos de Porfirio Díaz en caso de que lo solicitaran sus familiares”, expresó el mandatario, quien propuso que ocurra lo mismo con revolucionarios que lucharon contra él, como Catarino Garza (cuyo nombre real es Catarino Erasmo Garza Rodríguez, periodista y revolucionario tamaulipeco), quien después de un prolongado movimiento de insurrección antiporfirista en la frontera del noreste de México desde 1988, el 15 de Septiembre de 1891 junto con un grupo de hombres armados cruzaron el Río Bravo a la altura de Río Grande, Texas, frontera con Camargo y Mier, donde fueron derrotados por miembros del ejército porfirista, regresando derrotados a Río Grande. Después de esta derrota los “garcistas” se volvieron a organizar, y en Noviembre de ese mismo año cruzaron el Río Bravo a la altura del rancho “Las Tortillas”, al poniente de la Villa de Guerrero, siendo nuevamente derrotados por el ejército porfirista, regresando de nuevo a territorio texano, en donde, también, los Rangers texanos estaban en busca de Catarino Garza, pues se le acusaba de organizar a los ciudadanos mexicanos en Texas, en contra de los anglo-americanos.
PARA AMLO, sin embargo, Catarino fue uno de los revolucionarios más importantes del norte, “estaba olvidado, es de esos héroes anónimos, pero llamó a derrocar a Díaz 18 años antes del llamamiento de Francisco I. Madero”, aunque, tal vez sus tarjeteros nunca le informaron que en 1892, por el hostigamiento “gringo” decidió salir del Valle de Texas, embarcándose en Cuero, Texas, hacia Nueva Orleans, Florida, Cayo Hueso, Nassau, Cuba, Jamaica, Costa Rica y Boca del Toro, Panamá, en donde murió en combate en la Guerra Civil Colombiana –que buscaba emancipar a Panamá-, el 8 de Marzo de 1895, durante el régimen de Miguel Antonio Caro, un humanista, periodista, escritor, filólogo y político nacido en Colombia. En suma, Catarino era una especie de Ernesto Guevara de la Serna, mejor conocido como el “Che”, que quiso exportar revoluciones a todo el continente, aunque perdió la vida en el intento.
PERO AQUÍ lo importante para unos y nefasto para otros, es que López Obrador “no vería mal (repatriar a Díaz), sería cosa de traer los restos también de Catarino. Sería parte de la reconciliación de los nuevos tiempos”, y aunque admite que es un tema que generará opiniones encontradas, se pronunció porque “cada quien tenga su juicio sobre los personajes de nuestra historia; lo más importante de todo es no olvidar”. De acuerdo a AMLO, “se apostó en el periodo neoliberal a que nos olvidáramos de nuestra historia”, pero consideró que conocerla “es lo más importante”, y qué bueno que asuma esa postura, ya que no hay que olvidar que entre las obras emblemáticas que dejó Díaz, y que a la fecha son parte de la identidad de este País, destacan –aunque la mayoría lo ignore y lo festeje sin saberlo- el Ángel de la Independencia, el Palacio Postal, el de Bellas Artes, el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, actual sede del Museo Nacional de Arte, el Edificio Boker (que fue una empresa de compra-venta de productos importados), el Teatro Juárez en Guanajuato, el Templo Expiatorio de Guadalajara, el embellecimiento del Bosque de Chapultepec, el Monumento a la Revolución, el Palacio Negro de Lecumberri que fue una terrible cárcel; el Hemiciclo a Benito Juárez (su maestro y rival político) entre muchas, muchísimas obras que aún perduran, entre otros Estados, como Veracruz.
LOS RESTOS de Díaz se encuentran en el cementerio de Montparnasse desde 1921, luego de que su familia se convenció de que iba a ser imposible a corto o mediano plazo la repatriación del cuerpo a México. Su tumba es sencilla, y es de las más visitadas, muy a pesar de que en ese panteón se encuentran sepultados personajes de la talla de los escritores Carlos Fuentes y Julio Cortázar; Maurice Leblanc, Charles Baudelaire, Samuel Beckett, Eugène Ionesco, autor dramático, Man Ray, fotógrafo, Guy de Maupassant, escritor; Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Bienvenido don Porfirio a su tierra, y ojala se logre aunque no faltarán los que sin conocer la historia, sólo juzgan lo malo sin considerar lo bueno que hizo y que fue mucho por esta patria. OPINA caarjesus30@hotmail.com |
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