Hasta donde mis neuronas tienen capacidad para recordar hechos pretéritos, el poder de un partido político tenía todo el poder para manejar a su gusto y capricho todo lo que tenía que ver con el funcionamiento de la Nación. ¿Construir una fábrica? El PRI decidía quién la construiría, dónde y cuánto costaría. Elegir un funcionario público de alto, mediano o bajo nivel, el PRI decidía quién; en fin, para no cansar, el PRI era omnipotente, omnisapiente y omni chingón. Nada ni nadie podía hacer algo sin que el PRI con sus altos mandatarios decidiera al respecto.
De repente, sin decir agua va, saltó a la palestra un personaje decidido a trabajar para cambiar las cosas. Por supuesto provenía del PRI, pero por capricho o por razonamiento político, decidió apartarse del omnipotente y formó su partidito, enarbolando la bandera socialista logró atraer personajes de prestigio, todos ellos con sentimiento político de izquierda. Tomó las riendas del nuevo partido y se lanzó al combate político luchando contra el PRI: batalló, sufrió pérdidas electorales, logró posiciones importantes en la CDMX. Al final mando al carajo el partido, por darse dentro de él las acostumbradas discordias y lo más grave, pretender hacer una revoltura de derecha con izquierda, unir su creación partidista con los ultramontanos de derecha, el PAN, pretendían los ilusos derrotar al PRI, con esa mezcla.
Sin desanimarse el personaje Andrés Manuel López Obrador, continuó en la brega, ante las traiciones de los raros personajes que se unían al PAN, formó un nuevo partido y continuó en busca de la Presidencia de la Republica. El año pasado logro éxito, triunfó en forma arrolladora y planteó fórmula laboral con características de mandamientos, pero con esencia filantrópica y de acción dentro de los cánones de política pura y honradez para evitar desorden y corrupción imperantes en los anteriores gobiernos.
Intenta en esencia lo que postuló como principios de actuación, pero las cosas no pintan tan bien como pretende AMLO. El desorden de los muchos que claudican a sus partidos para acogerse a las bondades de ser parte del partido en el poder tiene como consecuencia que el partido dominante, MORENA, es una indefinición, sus miembros provienen del PRI, del PAN, de Convergencia y del infierno, todo está indefinido y los triunfos que obtienen en las urnas no tiene autenticidad partidista, los nuevos líderes políticos no tienen la vocación partidista de AMLO y menos pueden ser identificados como de izquierda. Parece que lo moreno mancha y la mugre de todos los partidos ahora son morenos negros, manchados, lo que sigue será un complicado enredo de personajes sin partido, simples convenencieros que se unen no a un partido, buscan estar y quedar bien con AMLO, ahora presidente y detentador absoluto de la fuerza que tuvo el todopoderoso PRI: queda la política y el país en manos de un solo hombre, AMLO. ¡AGUAS!
Junio 4 del 2019 lmwolf1932@gmail.com Luis Martinez Wolf |
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