DEFINITIVAMENTE NO se debe seguir jugando a la democracia participativa y, mucho menos con la buena fe de los gobernados, esto es, engañando al pueblo que ya votó de antemano por un proyecto social y por autoridades que determinen el Gobierno que más convenga al País. Decirles ahora que son ellos los que deciden programas vitales para la Nación como el llamado Tren Maya -que recorrerá cinco Estados del sureste-; el ferrocarril interoceánico -que busca enlazar a Salina Cruz y Coatzacoalcos-; la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, y la siembra de un millón de árboles frutales y maderables, además de programas sociales entre otros, es un engaño –y una manera de lavarse las manos si fracasan-, aunque habría que aclarar que, en realidad, no son las mayorías quienes han determinado si se aprueban o no esas propuestas sino una escasísima minoría no representativa de los mayores de 18 años, lo que configura una embozada dictadura oculta en la ingenuidad de unos cuantos. Y es que si partimos de que en la reciente “encuesta popular” participaron 925 mil 168 personas para definir la viabilidad de 10 planes prioritarios propuestos por López Obrador, y que de estos el 89.9 por ciento voto a favor, el 6.6 por ciento en contra, y el 3.6 por ciento se abstuvo, el universo de quienes votaron a favor se reduce, peor aun cuando la lista nominal de mexicanos con credencial para votar alcanza a 89.3 millones de ciudadanos, la situación se torna ambigua y, sin embargo, se sigue insistiendo en que es el pueblo el que está decidiendo, sin aclarar que es una mínima parte de quienes integran a la población.
QUIZÁ POR esa actitud pero, también, por prometer una cosa y al siguiente dar marcha atrás, como el anuncio de que las fuerzas armadas dejarían de realizar tareas de seguridad en el País para, posteriormente, desdecirse y ofrecer una “guardia nacional” integrada por elementos castrenses (que para el caso sigue siendo militarización-, o la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco (al que la iniciativa privada no quiere invertirle), o que iría contra la corrupción y los corruptos para, finalmente, desdecirse, le han provocado al Presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador la pérdida de 9 puntos en la aprobación social, aun sin asumir la presidencia, ya que en los tres meses previos a la asunción, en Agosto pasado, contabilizaba 64.6 por ciento de aceptación, pero ahora solo tiene 55.6 por ciento, según refleja la encuesta nacional realizada por EL UNIVERSAL y publicada este lunes. Y aunque AMLO, dice el sondeo, cuenta con la aprobación de más de la mitad de la población mexicana, el apoyo disminuyó entre Agosto y Noviembre de este año, lo que no constituye un buen mensaje. De esa manera, la calificación que le otorgan los ciudadanos a su labor como presidente electo pasó de 7.4 a 6.8, asegura el medio de comunicación nacional. Y es que apenas en Agosto, 64 por ciento de los mexicanos aseguraba que López Obrador cumpliría sus promesas de campaña, pero en Noviembre menos de la mitad, 49 por ciento insistió en esa afirmación. Los resultados del ejercicio –los retomamos por su importancia- revelan que ante la pregunta de si México mejorará, seguirá igual o empeorará con López Obrador, 6 de cada 10 dijeron que mejorará, aunque en Agosto la proporción era de 70 por ciento, lo que implica una reducción de nueve puntos en tres meses. Por otra parte, se duplicó el porcentaje de quienes creen que el País empeorará, ya que pasó de 6.5 por ciento en Agosto a 12 por ciento en Noviembre, algo que resulta preocupante, y que es consecuencia del errático discurso que acompaña al Presidente electo, ya que la corrupción se enmarca como el mayor desliz del gobierno de López Obrador, considerando que 20 por ciento así lo indica; la falta de combate a la delincuencia, 13 por ciento; la relación con Estados Unidos, 10 por ciento; el combate al narcotráfico, 9 por ciento y la economía del país, 5 por ciento.
Y ES que aún se recuerda cuando el martes 20 de este mes, AMLO descartó que sea bueno para el país “empantanarse” en perseguir a presuntos corruptos, aunque dejó en claro que los procesos en curso por corrupción no se detendrán y tendrán que concluir ante las autoridades competentes, pero la sola versión de que perdonará a quienes aún no tienen carpetas pendientes provocó malestar entre seguidores que demandan sangre sobre la arena del circo, y que no le dispensan el asumir semejante determinación, lo que obligaría a AMLO a incluir la pregunta en una futura encuesta para que “el pueblo” determine lo conducente aunque, por supuesto, pidió que en caso de aprobarse se inicie con Carlos Salinas de Gortari y hasta el final Enrique Peña Nieto, pero de antemano se pronunció, en lo personal en contra, como pretendiendo establecer o decir al, todavía Presidente en turno que en caso de que la “sociedad” decida por el si, él se lava las manos, una manera muy diplomática del “yo no fui” o lanzar la piedra y esconder la mano.
COMO FUERA el futuro Presidente insiste –en un afán de proteger a Peña- que “si somos honestos, tendríamos que empezar –a investigar- por los de arriba (Carlos Salinas) y no sólo los de ahora, porque esta crisis no es del mes pasado, del año pasado, de este sexenio; ya lleva tiempo, estamos hablando, como lo fue el Porfiriato, de 36 años, que está imponiéndose la política neoliberal, ¿cuánto tardó el Porfiriato? –se pregunta y responde- 34 años”. Y en parte tiene razón, pero sus seguidores, sobre todo la fanaticada no le perdonan que indulte a Peña, aunque insista y reitere al pueblo de México ponerle punto final al tema, “que se acabe la historia trágica, horrenda, de corrupción, de impunidad, que se acabe la política antipopular, entreguista, y que comencemos una etapa nueva, que ya inicie una nueva historia”.
LA ENCUESTA de El Universal concluye que los principales aliados de AMLO serán el gabinete y los ciudadanos, ya que 71 y 69 por ciento se expresan en ese sentido, a diferencia de los partidos de oposición, gobernadores y organizaciones de la sociedad civil que serán quienes menos apoyo otorgarán al Presidente electo. En fin, de tanta popularidad que obtuvo previo a las elecciones y en el primer mes tras los comicios, a López Obrador podría pasarle como a su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, por esa fea costumbre de un día si y al otro también, decir una cosa y desdecirse como si nada, por lo que no sería descabellado que en aras de granjearse nuevamente al sector empresarial y a gran parte de la sociedad, salga con que “siempre si” se construirá el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco, con eso de que los hombres del dinero le están pagando con la misma moneda: darle por su lado pero no ofrecer un solo peso para Santa Lucía. A ver qué pasa. OPINA carjesus30@hotmail.com
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