TAL VEZ porque ya escalaron espacios inimaginables o impensables hace menos de un siglo (a tal grado que hoy México cuenta con gobernadoras, senadoras, diputadas federales y locales, alcaldesas, empresarias, profesionistas y hasta lideresas que han cambiado la vida política, social y cultural de este País), pero el 65 aniversario de la publicación en el Diario Oficial de la Federación de aquel decreto que promulgaba el derecho de las mujeres a votar y ser votadas para puestos de elección popular, pasó inadvertido para las mexicanas, lo mismo que el nombre del veracruzano que hizo posible ese logro: don Adolfo Ruiz Cortines que, sin duda, le dio otro rostro al País, pese a las resistencias que aún se advierten en algunas Entidades como Chiapas, Oaxaca e, incluso, Veracruz, la Ciudad de México y el Estado de México que siguen poniendo trabas a la participación de ese género, recurriendo a la violencia o suplantación mediante las llamadas “manuelitas” o “juanitas”. Dicen los escribanos que la lucha de la mujer por obtener sus derechos de votación y de tomar decisiones comenzó en el mundo hace varios siglos, pero en México las primeras manifestaciones se dieron entre 1884 y 1887, cuando una revista escrita exclusivamente para mujeres, demandó el sufragio femenino, pero también durante la Revolución Mexicana, cuando muchas “adelitas” simpatizantes del movimiento de Francisco I. Madero exigieron, sin obtener resultados, su derecho a votar.
FUE EN 1937 que el presidente Lázaro Cárdenas solicitó a la Cámara de Senadores la iniciativa para reformar el artículo 34 constitucional para que las mujeres obtuvieran la ciudadanía, y en 1938 la reforma fue aprobada por los senadores y por la mayoría de los Estados. Para el 24 de Diciembre de 1946, la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa propuesta por Miguel Alemán Valdez en la que se modificaba el artículo 115 constitucional a fin de que las mujeres participaran en las elecciones municipales en igualdad de condiciones que los hombres, con el derecho al voto y a ser elegidas, pero la ley entró en vigor hasta el 12 de Febrero de 1947. Más tarde, en un discurso que dio como candidato presidencial el 6 de Abril de 1952, en el Parque 18 de Marzo de la Ciudad de México, don Adolfo Ruiz Cortines se comprometió ante las 20 mil mujeres asistentes a que “si el voto nos favorece en los próximos comicios, nos proponemos iniciar ante las Cámaras las reformas legales necesarias para que la mujer disfrute los mismos derechos políticos del hombre”, y ya como presidente envío su iniciativa el 9 de Diciembre de 1952, siendo aprobada por unanimidad por el Congreso de la Unión. El 17 de Octubre de 1953, hace 65 años, el Presidente cumplió su promesa y promulgó las reformas constitucionales que otorgaron el voto a las mujeres en las elecciones federales. Ese mismo día se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma del artículo 34 constitucional: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos reúnan además los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años de edad, siendo casados, o 21 si no lo son y tener un modo honesto de vivir.”.
Y ASI se concretó un largo sueño que muchas mujeres no recuerdan, aun cuando persisten la desigualdad, discriminación y violencia contra ese género, a tal grado que la igualdad sigue siendo una asignatura pendiente que lastima no sólo el tejido social sino también la dignidad de las mujeres que, además, numéricamente, constituyen más de la mitad del País. Basta señalar que la violencia feminicida cobra actualmente nueve víctimas diariamente, dos más que las registradas entre 2015 y 2016, en promedio, según cifras del informe: “La situación de las mujeres en México”, elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y presentado ante la ONU. Fundamentado en información oficial, el reporte destaca que, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (Inegi), “de Enero de 2015 a Diciembre de 2016 se registró un total de 5 mil 118 defunciones femeninas por homicidio”, cifra que promediaba siete asesinatos femeninos al día, pero las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública publicadas en Enero de este año registran un aumento en el número de presuntas víctimas mujeres de homicidio doloso de 2015 a 2017, y solo en Enero de 2018 se registraron 272 asesinatos, lo que significa que en el primer mes del año se registraron en promedio casi nueve asesinatos de mujeres al día.
PERO SI el problema es trasladado al ámbito laboral, la mujer sigue viviendo la inequidad de un País predominantemente machista, ya que de acuerdo al informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: avance global sobre las tendencias del empleo femenino 2018” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en México el 70 por ciento de las trabajadoras se concentra en el sector terciario de la economía, es decir, en el comercio y servicios, donde hay elevadas tasas de informalidad, y no tienen acceso a protección social ni derechos laborales, además de que las mujeres trabajadoras ganan en promedio un 20 por ciento menos que los hombres; tienen mayores niveles de desempleo; una persistente desigualdad salarial; altos porcentajes de trabajo no remunerado y representan menos de una tercera parte de los cargos de dirección intermedia y superior en las empresas de todo el mundo, y por si no fuera suficiente, la mujer campesina percibe hasta 70 por ciento menos remuneración que los hombres.
SIN DUDA, es un gran avance que la actual Cámara Federal de Diputados esté conformada en 50.8 por ciento de hombres y 49.2 por ciento de mujeres, mientras que el Senado de la República está integrado por 51 por ciento de mujeres y 49 por ciento de hombres, pero lo que resulta lamentable es que ninguna mujer, hasta el momento, haya incorporado a estudio alguna iniciativa que permita mejorar la vida de las 10 mil 460 mujeres actualmente prisioneras en el País; 4 mil 229 en 17 centros femeniles estatales y uno federal, y 6 mil 231 en 159 cárceles mixtas para que se reincorporen a la vida productiva cuando cumplan su sentencia junto con los 417 menores que viven con ellas en las cárceles; tampoco hay pronunciamientos de las senadoras o diputadas locales o federales a favor de esas madres cuyos hijos están desaparecidos, ni en beneficio de las campesinas o trabajadoras domésticas que ganan salarios miserables y sin prestaciones y, mucho menos para atajar la discriminación de que son víctimas muchas mexicanas por su color de piel, pobreza o, incluso, origen indígena, y uno se pregunta: ¿las que llegaron al poder ya cumplieron su objetivo?. Tal vez deberían aprender un poco de la antropóloga y mensajera de la paz de la ONU, Dame Jane Morris Goodall cuando advertía a las mujeres que el mayor peligro que les depara el futuro, es la apatía. OPINA carjesus30@hotmail.com
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