PODRIA SER coincidencia, pero en la medida en que Veracruz ha enfrentado una crisis de desempleo que afecta por igual a jóvenes y adultos, la delincuencia se ha acrecentado. No se trata de asumir que a mayor desocupación y pobreza más alta es la inseguridad traducida en robos, asaltos, extorsiones o secuestros, pero sí de puntualizar que cuando las instancias públicas y privadas despiden a trabajadores, sobre todo en el ramo policiaco, hay como una detonación en el número de hechos delictivos. Porque uno se pregunta: ¿Qué haría un padre o madre que tras empeñar lo poco de valor que le quedaba, no encuentra un espacio laboral que le permita llevar el sustento a casa, en tanto los hijos pequeños piden de comer? Sin duda, sin pensarlo dos veces optaría por alguna forma fácil de obtener ingresos que podría llevarlos a la perdición, ya que los desempleados son presa fácil de grupos delincuenciales que necesitan, precisamente, de personas en esa condición. Las cifras someras indican que en Veracruz el desempleo afecta a más de 250 mil jóvenes en edad productiva, ya que un número indeterminado labora en la informalidad, concretamente, en la venta de piratería, como taqueros, limpiaparabrisas, viene viene, en centros comerciales sin prestaciones, en la delincuencia o en cualquier cosa que les reditúe para llevar medianamente qué comer a la descendencia, porque Veracruz está casi un punto debajo de la media nacional en desempleo que es del 6.2 por ciento.
UN INFORME de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social Federal refiere que en el primer semestre del año, la Población Económicamente Inactiva (PEI) era de 2 millones 777 mil 576 veracruzanos, lo que indica que entre Enero y Junio la PEI se incrementó en 191 mil 302 personas, esto es, en 6.4 por ciento respecto a 2017, lo que corrobora lo que han dicho dirigentes de cámaras empresariales y comerciales: que Veracruz se encuentra en una gravísima recesión económica, tomando en cuenta que en el Estado existen 6 millones 260 mil 982 personas en edad de trabajar de 15 años en adelante, y de ellos la Población Económicamente Activa (PEA) la constituyen apenas 3 millones 292 mil 104 veracruzanos, el 52.5 del total, mientras que la Población Económicamente Inactiva lo integran 47.5 por ciento del total.
SUPONER QUE esto será superado a corto plazo no deja de ser un “sueño guajiro” tomando en cuenta que con el arribo del nuevo gobierno habrá despidos en el aparato gubernamental para tratar de achicar la planta laboral y, por ende, fortalecer el ahorro a costa de los que perderán su empleo, una práctica que se ha vuelto común y que ejerció al inicio de su administración el Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, cuando fueron dados de baja burócratas y hasta elementos policiacos del duartismo, sometiendo a la corporación a 24 y 48 horas seguidas de trabajo, lo que terminó por permear aún más a la corporación. Arriesgar tanto para ganar lo mínimo no era, ni por asomo, el sueño que tenían cuando ingresaron a los cuerpos de seguridad, y la historia se repetirá al arrancar la futura gestión gubernamental, como ya se expresa en el ámbito Federal con los llamados “retiros voluntarios” en instancias como el Congreso de la Unión –en ambas Cámaras-, el Poder Judicial e, incluso, en el Instituto Nacional Electoral, y como sucederá en las distintas dependencias que serían removidas al interior del País cuyos trabajadores o empleados preferirán acogerse a algún sistema de jubilación o retiro antes que emigrar, lo que acrecentará el desempleo, y esto se vivirá incluso en Veracruz ya que el yunismo será expulsado como ocurrió en su momento con el duartismo, en un cuento de nunca acabar que afecta a la clase trabajadora que no tiene la culpa de las diferencias ideológicas y de grupo.
DICE LA especialista en infancia y adolescencia de origen español, Trinidad Aparicio Pérez que el desempleo no afecta por igual a todas las personas, pues hay que tener en cuenta diversos factores como la edad, el tiempo que lleve desempleado o las cargas familiares, además del tipo de personalidad de cada uno y su forma de reaccionar ante las contrariedades, lo que pueden ser factores determinantes a la hora de conseguir otro trabajo. Lo que es irrebatible es que la ausencia de un espacio de trabajo supone el aislamiento social, ya que la persona se siente insegura y desvalorizada, a tal grado que podría optar por la comisión de actos ilícitos en una acción desesperada, pues para la mayoría de personas estar inactivas y no desarrollar ninguna función laboral les impide tener un rol social con el cual identificarse, lo que afecta negativamente su personalidad. Paralelamente, el desempleo conlleva a una disminución de ingresos y, por tanto, produce cambios en el estilo de vida. Se generan variaciones radicales en la forma de vivir, pues se vive con la incertidumbre de no saber cuánto tiempo durará esa situación que tiene una gran repercusión en el ámbito familiar, intensificando las relaciones existentes con anterioridad. No tener un empleo puede producir gran tensión y desestabilizar las relaciones familiares perjudicándolas o, por el contrario, la familia puede ser el gran apoyo y encontrar en ella el empuje y ayuda necesaria para buscar otro empleo, transmitiéndole confianza y seguridad.
LO PEOR es que de acuerdo al Semáforo Delictivo, existe una correlación entre desempleo y robos, aunque de acuerdo a un estudio de la misma organización, también se da otra entre el trabajo mal remunerado, la informalidad y la violencia, particularmente con los crímenes de alto impacto (homicidio, violación, secuestro y extorsión). De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía, entre 24 y 26 millones de mexicanos ganan uno o dos salarios mínimos, es decir, entre 2 mil y 4 mil pesos mensuales, y en ese tenor, la Comisión Nacional de Seguridad ha dicho en reiteradas ocasiones que hombres y mujeres emigran o trabajan en la informalidad para tratar de obtener el ingreso diario, dejando a muchos niños y adolescentes expuestos a múltiples formas de violencia, presiones y peligros que conforman un entorno propicio para quienes buscan inducirlos a la delincuencia, y esa precariedad en el empleo formal se suma a los 30 millones de mexicanos que laboran en la informalidad al margen de la seguridad social, ya sea por cuenta propia o por subordinación, de tal suerte que en Enero alcanzó el 57.2 por ciento de la población ocupada. Por ello, no se vale sanear las finanzas en base a despedir personal, ya sea en el sector público o privado, y menos por venganzas palaciegas en las que, una parte de la sociedad paga las consecuencias y otra la registra en mayor violencia o inseguridad, pese a lo que digan los expertos. Eso, simple y llanamente, es deshumanizado e irracional. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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