LO CONOCI en sus tiempos de litigante. Era un joven amable, respetuoso, dicharachero y siempre atento. Muchas veces coincidimos en el mismo vuelo a la ciudad de México, el de las 8:15 de Interjet que, para variar, siempre sale con 40 o 60 minutos de atraso, lo que facilitaba el diálogo previo, e igualmente en vuelos de retorno –con mayor tardanza aun-. En cierta ocasión, cuando nos apremiaba el horario por una reunión planeada a determinada hora y traíamos a espaldas los minutos, se apresuró a ofrecernos la comodidad de su vehículo, un Cadillac que, según dijo, era propiedad de su padre. Aceptamos porque el tiempo ya era reducido y el auxiliar que, comúnmente, nos esperaba en la terminal aérea no aparecía por ninguna parte, y en ese tenor abordamos la lujosa unidad, pero a 200 metros para llegar al destino, el pomposo carromato comenzó a fallar en plena avenida Reforma; solo pegaba de brinquitos pero no avanzaba ni siquiera empujándolo entre todos, trajeados, con los zapatos lustrosos y maletines en mano, por lo que apenado nos dijo: -mejor tomen un taxi, yo llamaré a una grúa porque esta cosa ya no quiere andar-, y acatamos la propuesta. Salimos como bólidos rumbo a las instalaciones del Senado de la República donde sostendríamos reuniones con algunos legisladores para alcanzar acuerdos de beneficio a ciertos alcaldes, entre otros, bajar recursos de instancias internacionales a fondo perdido para la realización de obras de saneamiento, impulso a la cafeticultura y huertas familiares o de traspatio, algo que se ha ido perdiendo y con ello la suficiencia alimentaria doméstica al ya no tener tomates, chiles, cebollas, huevos e, incluso algunas frutas de la temporada que crecen en arbustos usados como cercas vivas, lo que garantiza tener siempre a la mano algo fresco que saborear.
ESA MISMA noche, en el viaje de retorno, Jorge Winckler Ortiz se disculpó por algo que no había sido su responsabilidad, ya que los autos, aun cuando sean los más lujosos o caros suelen fallar, pero la humildad del joven abogado lo exhibía como un profesionista con clase, educado y, hasta ese entonces, amigo de sus amigos, pues hay que recordar que dio todo de si –aunque con cierto empujón ya olvidado por el propio Winckler- para que María Josefina Gamboa Torales abandonara la prisión donde había sido confinada tras el atropellamiento de un tatuador en Boca del Río, lo que le valió que el inefable Javier Duarte de Ochoa trocara todo su poder como gobernador para confinarla y agredirla, al igual que sucedió con otros personajes de los medios de comunicación. Era, en ese tiempo, Winckler Ortiz, un prototipo del buen funcionario pero, sobre todo, de buen amigo.
POR ELLO la noche del martes nos sorprendió cuando al percatarse de nuestra presencia en el interior del Teatro del Estado –durante la presentación de la obra “A oscuras me da risa”-, Jorge se sumiera en el asiento que le correspondía en luneta, como si no entendiéramos que todas las personas tenemos derecho a divertirnos un poco, aunque el Estado se desintegre en inseguridad. Y es que, en realidad, Winckler Ortiz pasaba desapercibido durante la función y aun en el intermedio, ya que a decir verdad, nadie lo conoce, no al menos el común de la gente que acudía a la segunda función de las 21:00 horas pero, craso error, fue delatado por una veintena de guardaespaldas que lo resguardaban o esperaban como si se tratara del mismísimo Presidente Enrique Peña Nieto o, peor aún, de Arturo Bermúdez Zurita en sus tiempos de gloria, cuando lo resguardaban entre 8 o 10 camionetas Suburban repletas de guardaespaldas. Debe ser terrible perder así la privacidad, no porque tu vida peligre, que al fin y al cabo la delincuencia no atentaría contra un Fiscal debido a las consecuencias que enfrentaría, sino por vanidad.
Y ES que al término de la presentación, cuando nos dirigíamos al hogar en compañía de un ser querido, siete camionetas pick up y dos cerradas –con luces intermitentes rojas y azules en las defensas- nos rebasaron sobre la avenida Murillo Vidal y, en efecto, en la principal, una suburban que dicen que es blindada, iba Jorge Winckler rodeado del poder representado por más de 20 guardaespaldas que, ignoramos si en caso de continuar como Fiscal Estatal en el próximo gobierno tendrá a su disposición, cuando ese personal debería estar vigilando las calles, investigando hechos delictivos o deteniendo a delincuentes, y no al servicio de un funcionario que más allá del miedo, siente que el poder y la importancia se demuestra con esa parafernalia y no aportando resultados a los veracruzanos que son quienes pagan su salario y las remuneraciones de quienes ahora lo cuidan, como si se tratara del ya fallecido Mohammad Reza Pahlaví, mejor conocido como el “Sha de Irán”, seguridad que no trae ni siquiera el Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.
SIN DUDA, desterrar viejos vicios del pasado no será tarea fácil. A políticos incrustados en el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador y en las gubernaturas ganadas por el Movimiento de Regeneración Nacional les costará mucho trabajo olvidar ciertas canonjías, sobre todo cuando el tabasqueño ha decidido prescindir del Estado Mayor Presidencial como instrumento de su propia seguridad y comodidad, lo que obliga a seguidores a hacer lo propio, sobre todo aquéllos a quienes nada les cuesta tener choferes y “guardaespaldas” con cargo al erario público, incapaces de financiarse el equipo que presumen. No imaginamos si cuando asuma el poder Cuitláhuac García Jiménez, el Fiscal Estatal, en caso de ser ratificado seguirá gozando del apoyo y protección de más de 20 “guaruras” o, en todo caso, si renunciara o fuera destituido se podría costear semejante aparato.
SIN DUDA, ya no son aquellos tiempos cuando servidores públicos como secretarios de Estado o despacho, magistrados, legisladores o alcaldes tenían escoltas en exceso o, incluso, las esposas o hijos a quienes los “guaruras” llevan y traen de la escuela, trasladan al supermercado a las señoras, esperan fuera de los restaurantes hambrientos, porque ni siquiera de comer les invitan y, de paso, cuidan las residencias. Con AMLO y con García Jiménez seguramente eso no ocurrirá, y acaso por ello los que se exhiben con excesos de guardaespaldas deberían irse acostumbrando a la medianía del poder, y tal vez deban aprender de memoria aquel discurso pronunciado en Oaxaca (tierra, por cierto, de Jorge Winckler), aquel 2 de Julio de 1852 por el, entonces, Gobernador Benito Juárez García en la apertura del primer periodo de sesiones ordinarias: “Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado”. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmaail.com
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