HAY COSAS que no cuadran en el flamante estilo de hacer política del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y entre éstas se encuentra el sentido democrático para unas cosas y la imposición tiránica en otras, como haber nombrado a Manuel Bartlett Díaz para que dirija la Comisión Federal de Electricidad a partir de Diciembre, muy a pesar de la oposición de integrantes de su propio virtual gabinete. Y es ahí donde la pretendida democracia ya no encaja, dando paso a la tiranía que bien describe Enrique Krauze en su más reciente libro “El pueblo soy yo”, o a la expresión francesa atribuida a Luis XIV, el llamado Rey Sol: “El Estado soy yo”, que se interpreta como la identificación del soberano en el contexto de la monarquía absoluta. Otro ejemplo, sin duda, es el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que, desde siempre –incluida precampaña y campaña- indicó que cancelaría –no obstante los beneficios que en todos los ámbitos significa para el País no solo en materia turística sino en importación y exportación de múltiples productos-, para luego asegurar que sería sometido a “consulta pública”, aunque de antemano propuso dos pistas en la base militar de Santa Lucía que a juicio del sector privado, serían impropias. AMLO ha dicho que la obra del NAICM tendrá un costo de 13 mil 300 millones de dólares, algo así como 246 mil 050 millones de pesos, suma que el gobierno de la República no puede desembolsar dada la situación financiera que enfrenta el País, lo que le induce a una austeridad republicana, recortando salarios al Ejecutivo y a quienes dependan de éste, y exigiendo al resto de los poderes hacer lo propio, además de suspender gastos innecesarios. Y todo eso está bien: que se acabe con la corrupción y que el pueblo decida cuando se trate de desembolsos espectaculares, ya que México no puede seguir padeciendo esas erogaciones que han obstaculizado el desarrollo y progreso de los pueblos.
LO QUE no cuadra es que de pronto anuncie la construcción de un ferrocarril turístico en la Península de Yucatán, al que desde la campaña electoral llamó “Tren Maya” que, ahora se sabe, recorrerá 1 mil 500 kilómetros a través de cinco Estados: Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo, y se enfocará en trasladar a visitantes a importantes puntos turísticos de la región, entre ellos, Cancún, Tulum, Calakmul, Palenque y Chichen Itzá, y qué bueno que así sea, aunque esto, por supuesto, no es gratis. De acuerdo a López Obrador, el costo estimado de ese proyecto es de entre 120 mil y 150 mil millones de pesos (o entre 6 mil 200 a 7 mil 800 millones de dólares), y para la concreción de esa obra no se consultará a nadie, sino que al estilo de don Porfirio Díaz Mori definió que es útil y necesario, y por sus cananas se llevará a cabo. Dice el Presidente electo que con la vía férrea el País tendrá “un tren moderno, turístico y cultural”, ya que la califica como “una obra muy importante porque se va a comunicar una de las regiones de más importancia cultural en el mundo. No hay una región con tanta riqueza cultural como esta región de florecimiento de la gran cultura Maya”, y alguien le diría: ¿Sólo porque usted lo dice?. Tal vez el futuro mandatario ignora que existen centros con mucha historia como Morelia, Michoacán y todo ese estado en general; Puebla, Zacatecas, San Luis Potosí, Querétaro; Oaxaca y el propio estado de Veracruz cuyo turismo se concreta a sol y arena, pero no en la explotación de sus recursos naturales, coloniales y culturales que le han dado la vuelta al mundo. Sin duda, no faltarán los que consideran que López Obrador quiere ser profeta en su tierra, y acaso por ello incluye a Tabasco dentro de las cinco entidades beneficiadas (junto con Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo), pero soslaya a Veracruz donde se promulgaron las Leyes de Reforma, se instaló la República, se defendió al País de la invasión extrajera en 1863 –durante la batalla de Camarón de Tejeda contra la legión francesa-, y en 1914 contra los norteamericanos. También la Villa Rica de la Vera Cruz (o el Camino de la Cruz) fue el primer ayuntamiento fundado por los europeos en tierra firme americana por Hernán Cortés el 22 de Abril de 1519, y Alonso Hernández Portocarrero y Francisco Montejo fungieron como sus primeros alcaldes.
LOPEZ OBRADOR lo dijo en alguna ocasión: “soy de Tepetitán, Macuspana, Tabasco. A ese pueblo llegaron a radicar mis abuelos maternos. En España los nombres antiguos tenían que ver con el oficio de la gente, por eso los apellidos Zapatero, Carpintero, Pescador, Obrador. Mi bisabuela materna, originaria del Cantábrico, se llamaba Felipa Revuelta. Mis abuelos paternos eran veracruzanos, corría por sus venas sangre blanca, india y negra. A mucho orgullo, jarochos de la cuenca del Río Papaloapan”, y uno se pregunta: ¿Y entonces por qué no incluyó en su proyecto autoritario del Tren Maya a Veracruz, o acaso ignora que en todos los municipios del estado radican personas que hablan lengua indígena, y que en 49 de ellos la PHLI (población hablante de lengua indígena) representa entre 20.1 y 99.7 por ciento al interior de cada uno. La mayoría se agrupa en cuatro regiones: al norte, en la parte de la Huasteca se desarrolló la cultura prehispánica del mismo nombre; en la zona del Totonacapan, lugar de origen de los totonacos, se ubican tres municipios donde hay una alta representatividad de hablantes; en el centro, en la zona de las grandes montañas que en Veracruz se conoce como Sierra de Zongolica; otro agrupamiento se localiza en la región de Los Tuxtlas donde se desarrolló la cultura Olmeca, además de los popolucas que se ubican, principalmente, en los municipios de Oluta, Sayula de Alemán, Texistepec, Hueyapan de Ocampo, Mecayapan, Pajapan y Soteapan, aunque también se encuentran grupos de esa lengua en las ciudades de Minatitlán y Coatzacoalcos, además de que en diversos puntos del estado se habla náhuatl.
LA CONSTRUCCIÓN de la vía para el afamado Tren Maya que ignora a Veracruz podría comenzar el próximo año, ya que López Obrador ha dicho que desde el momento en que asuma la presidencia, el próximo 1 de Diciembre, comenzará el concurso para seleccionar a los constructores, muy a pesar de que el costo previsto para esa vía es superior al que, por ejemplo, fue necesario para la ampliación del Canal de Panamá en 2016, de 5 mil 450 millones de dólares, y cercano al presupuesto de la ampliación de la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México que en 2008 costó 8 mil 595 millones de pesos o al de la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas en Madrid, de 7 mil 071 millones de dólares. El proyecto apunta hacia el turismo, una de las fortalezas de la economía mexicana, en el que Veracruz necesita de un gran impulso, y ojalá el Gobernador electo, Cuitláhuac García Jiménez lo convenza de que incluya al estado. Todos saldríamos ganando. OPINA carjesus30@hotmail.com
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