Reconocer la derrota contribuye a afianzar la raigambre democrática. México es una gran nación. La fortaleza de su gente y la riqueza de nuestra historia nos obligan a seguir una ruta que garantice el mejor futuro de los mexicanos. En sus primeros discursos AMLO se mostró conciliador, generoso, moderado. Envió señales de calma a los mercados y de esperanza a los más vulnerables.
Busco exorcizar los fantasmas de la venezuelización, dejó de llamar "la mafia en el poder".
Aplaudió, incluso, la neutralidad mostrada por el presidente Peña Nieto durante todo el proceso electoral.
A los expertos no se les escapa el hecho de que Andrés Manuel López Obrador carece de un plan creíble, sobre cómo va a financiar el país- paraíso que nos prometió en campaña.
A AMLO le deseo que resista la tentación de descalificar a la prensa qué le resulte incómoda.
Tampoco tiene proyecto viable para controlar la violencia que, como bien dijo el analista Carlos Elizondo Mayer, es el problema número uno del país.
En la regeneración moral que ha prometido no hay lugar para adjetivos qué amedrenten a quien disiente desde la opinión o el trabajo periodístico, incluso aquel que le parezca injusto o inapropiado.
Y es que no se necesita ser experto en economía para concluir lo complicado que resulta equilibrar los planes de gasto del candidato triunfador, con sus intenciones a través de medidas de austeridad y vía en el combate a la corrupción. Sus mensajes de qué habrá disciplina financiera y se respetará la autonomía del Banco de México no eliminaron los temores de que haya una política económica más intervencionista especialmente en los sectores energético y financiero.
Le deseo, pues, templanza frente a la crítica, cuando las cosas vayan mal, evite a el par a terceros. La alternancia camina con asombrosa civilidad, la alternancia hacia la izquierda camina sin sobresaltos. El advenimiento en México de la cultura de la derrota dejó al tigre en su jaula y el demonio en el infierno. López Obrador recibe su oportunidad cambio de régimen y el impulso profundo a la democratización, pues gozará de gran apoyo y legitimidad.
Con este triunfo de la izquierda una franja de la sociedad, que no se sentía incluida en las instituciones ahora podrá efectivamente sentir que un gobierno en sintonía con sus intereses está al frente de los destinos nacionales. Espero que esto tenga un efecto balsámico y le permita la democracia asentarse de forma que los perdedores de una elección no consideren que la derrota los condene al ostracismo. La fuerza política que se ha forjado es una oposición sin cuartel a todo ejército de gobierno, ahora tendrá que usar su amplio mandato para cambiar el país. Ya no habrá medias tintas y el nuevo gobierno le tendrá que entrar a lo popular y a lo menos popular. Llevo un largo tiempo pensando, imaginando y tratando de comprender cómo será el nuevo episodio político. Mientras escribo, confío y necesito creer
que la vida del país será mejor a partir de ahora. Sin embargo, he vivido entre libros y datos que me interpelan y convivo entre personas que, de un lado, celebran como si ya hubiesen ocurrido todos los cambios que tendrían que ponerse en marcha para alumbrar una nueva época y otras que, con devoción semejante, anuncian el caos y se preparan para la resistencia.
No me siento cómodo con ninguna de ellas y no consigo situarme en ninguna de esas conversaciones. No soy partidario del pesimismo no consigo derrotar el escepticismo. Me gustaría moderar a quienes celebran y persuadir a quienes lamentan la llegada de esta fecha, pero ni unos ni otros escuchan.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano confirmò que estarà acompañando los planes de López Obrador y están listos para arrancarlos. Al ingeniero lo que se le da es la funcionalidad.
Es práctico. "Hay que aprovechar la unión pero saber para qué, porque, si no, el estar juntos como muéganos no sirve para nada", comentó. La reconstrucción emocional está en marcha. La democracia fluye.
No se ha regateado el reconocimiento del triunfo, sin embargo, ello tampoco implica abdicar al derecho a disentir y defender los derechos de los ciudadanos o vigilar y exigir el cumplimiento de los derechos del próximo gobierno. Los ganadores de los procesos electorales no sólo tienen una responsabilidad frente a quienes disintieron de ellos. La vida sigue.
Sin duda alguna, es necesario que, después de reconocer el triunfo del adversario, se reconstruye a la unidad nacional que, si bien ha sido planteada por quién encabezará el nuevo gobierno se requiere un ejercicio de autocrítica y evaluación sobre los aciertos y desaciertos, sobre los apoyos y la ausencia de ellos. La vía de la democracia es, en realidad, un camino, más que un destino en sí mismo, ya que se tiene que refrendar día a día. " Vox populi, Vox Dei", reza una vieja consigna de la política. Cuando el pueblo habla, los políticos deben obedecer, enalteciendo la decisión de la mayoría. En democracia, las elecciones son un vehículo privilegiado para procesar las diferencias y distribuir el poder público. En la política como en la vida, lo que cuentan son los resultados. En las elecciones lo que importa son los votos.
Cómo mexicano, es mi deseo que el nuevo presidente pueda conducir al país con respeto a sus adversarios en el marco de los contrapesos institucionales y con una oposición inteligente que sepa establecer límites poderío adquirido por el político tabasqueño.
Cuando el objetivo es México, no se puede ni se debe ser mezquino ni sectario. Queremos que el país progrese, el bienestar de los mexicanos y que se inserte con éxito en el concierto de las naciones. Morena se identifica como un partido nuevo y sin mácula. Como escribió José Antonio Crespo, porque aplicó "la magia de las nuevas siglas".
Porque recorrió el país como ningún otro. Porque se concentró en unos pocos mensajes que no se cansó de repetir y lo hizo en un lenguaje llano. Mensajes que a muchos nos parecían demagógicos y simplones, pero que a muchos más les parecían precisos y acertados y que fueron efectivos frente al electorado. Porque se volvió el centro de la atención pública, fijando la agenda. De hecho, porque ganó todas las
agendas; la del cambio, la corrupción, la violencia, la desigualdad, la pobreza, la salud, la educación, las oportunidades, los privilegios. Porque se posicionò como invencible y logró fijar la vitabilidad de su triunfo desde el inicio de las campañas. Porque supo sentarse con la mafia del poder sin dejar su discurso de que ya estaba bien de que las élites saquearan al pueblo. AMLO ganó rotundamente, despertó la emoción del pueblo, se le entregó sin condiciones. Tendrá mayoría en el Congreso. Una amplia legitimidad que lo fortalece en las negociaciones internacionales. Un bono democrático que puede ayudarle a tomar medidas incluso radicales. Por lo pronto administra la victoria. Con serenidad, asegura que no impondrá una dictadura. Respetará la autonomía del banco de México. Mantendrá el equilibrio de las finanzas públicas, sin más deuda, ni nuevos impuestos. Respetará libertades y derechos de minorías. Prepara una transición sin conflictos.
Regresamos al partido hegemónico por el voto ciudadano. La democracia adquirió su mayoría de edad en México. Atrás quedaron los fraudes electorales. Las elecciones se organizan, operan y vigilan por los ciudadanos. Lo visto hasta hoy en el actuar y decir de López Obrador ha disipado temores y ha creado esperanzas. Su estilo personal implicará cosas singulares, habrá quien no guste ese estilo, pero mientras en lo sustantivo el estilo personal de gobernar establezca un régimen en el que prevalezcan las libertades y el diálogo, bienvenido. Las democracias modernas han desarrollado sistemas de pesos y contrapesos.
Hoy la atmósfera está cargada de mayores ambigüedades, aún frente a sólidas certezas.
Declaro que he sido un frecuente y repetido crítico del hoy candidato vencedor en las elecciones; he diferido en estas columnas, páginas de opinión en varias frecuencias con sus afirmaciones y propuestas.
Hoy respaldo el cambio, apoyo la redirección de un modelo económico que no resolvió la pobreza, a favor absoluto del combate a rajatabla de la corrupción.
Aplaudo igualmente el compromiso hay aumento del gasto social, a la disminución del gasto corriente y destinar más a quién más lo necesita. A favor total, sólo le pido congruencia y firmeza. Sin la hojarasca de los adjetivos, se ve claro el hecho de que México sobresale en América Latina como una de las sociedades con mayor desigualdad de ingresos que genera el mercado, pero también como uno de los gobiernos que menos recauda en impuestos, como uno de los que mayores privilegios y prebendas otorga, y por si fuera poco, destaca también por la ineficacia de la política fiscal en el cumplimiento la función sustancial de reducir las desigualdades.
Ahora nos toca respetar a quienes piensen distinto, exigir a los que llegaran y empezar la ardua tarea del reencuentro y la reconciliación.
Esperemos que la revolución de las conciencias y la "cuarta transformación histórica de México" sean también los eventos creadores de una nueva época de combate efectivo a la corrupción y la impunidad, algo imposible de pensar hasta ahora. Todo el poder es toda la responsabilidad. |
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