EL CLERO católico no deja de sorprender o, por lo menos, una parte de ese sector eclesiástico inmerso en comunidades marginadas o penetradas por la delincuencia, donde es común que algunos sacerdotes porten armas de fuego para su defensa, aun cuando el quinto mandamiento es contundente cuando advierte a los creyentes: ¡no matarás!, y el sexto determina que: ¡No cometerás actos impuros!. Ya en el Antiguo Testamento estaba prohibida la venganza o devolver mal por mal: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo” (Deuteronomio 19:18), aunque “vengar los derechos pisoteados y restaurar la justicia” era un deber. En ese tenor, hace algunos meses el obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa en el Estado de Guerrero, Salvador Rangel admitió haberse reunido con jefes de la delincuencia organizada en aquella Entidad, a quienes pidió que cesaran los asesinatos de políticos que de Septiembre a la fecha ya suman 116 en diversos Estados del País, pero al parecer no le hicieron caso ya que Guerrero ocupa el primer lugar en crímenes de esa naturaleza superando los 25, de Septiembre del año pasado a la fecha. Pues bien, Rangel participó el miércoles en el panel “Aportaciones de la Iglesia para construir la paz” organizado por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, y ahí, como ya se le hizo costumbre, volvió a referirse a sus encuentros con grupos de la delincuencia para abogar por sus feligreses y que regrese la paz al Estado que lleva el apellido del segundo Presidente de México del 1 de Abril al 17 de Diciembre de 1829, víctima, también, de la traición.
RANGEL REITERÓ en ese encuentro que el diálogo con integrantes del narcotráfico para detener los asesinatos de candidatos ha funcionado al menos en la diócesis de la que forma parte, algo que resulta inverosímil tomando en cuenta que los crímenes y agresiones contra políticos siguen a la orden del día. El Obispo insiste: “Me he relacionado con esas personas porque los mismos abanderados me han pedido que hable con ellos para que los dejen hacer su campaña política. Yo pudiera decir que en la zona, en mi diócesis, ha funcionado”, y hasta ahí la cosa parece ir bien, ya que no es el primero ni el único religioso que se reúne con grupos delincuenciales, pues aún se recuerda cuando en Mayo de 1993 trascendieron las reuniones secretas entre el, entonces, Nuncio Apostólico en México Girolamo Prigione y dos de los capos del narcotráfico más buscados por ese tiempo en el País, concretamente, los hermanos Ramón y Benjamín Arellano Félix, jefes del cartel de Tijuana, encuentros que desataron un escándalo mayúsculo, y peor aún, cuando trascendió que de aquello estuvo perfectamente informado el Procurador General de la República –en esos años-, Jorge Carpizo McGregor. Y aunque a diferencia de Rangel que suele vociferarlo, Prigione trató de mantenerlo oculto pero, finalmente debió admitirlo públicamente luego de ser publicada una entrevista con Ruth Serrano, esposa de Benjamín Arellano Félix, quien reveló que las reuniones se hicieron en Diciembre de 1993 y Enero de 1994 en casa del Nuncio apostólico, con el conocimiento previo de autoridades Federales.
Y HASTA ahí, probablemente, todo va bien, pues no hay que olvidar que hasta el padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla y el Siervo de la Nación, José María Morelos y Pavón aceptaron el apoyo de gavillas que tenían asoladas al País para fortalecer su lucha en favor de la independencia –evento que no vieron consumado pues se habrían muerto al saber que Agustín de Iturbide, lejos de proclamar la República se erigió en Emperador, lo que poco después le costó la vida-. Lo que llama la atención es lo que dijo el Obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa en el reciente encuentro, y que a las fuerzas armadas no debió caerle nada bien, aun cuando su difusión fue escasa.
Y ES que Salvador Rangel Mendoza, al hablar sobre la violencia en el Estado de Guerrero y en el País, aseguró que “muchos políticos están metidos, son cómplices. Incluso, puedo decir de una manera muy discreta, el Ejército también, por lo menos en esa parte de Guerrero. Otra indiscreción que puedo cometer es decir que el mismo Ejército es el que da las armas a los grupos criminales”, declaración temeraria que, sin duda, la hace quien conoce los intestinos de la delincuencia, como en muchas ocasiones lo ha manifestado, por lo que no se duda ni un instante que el prelado pudiera ser llamado a declarar ante la PGR en torno a lo que dice saber, y que, según él, es una indiscreción que, sin embargo, en tiempos de violencia e inseguridad como la que experimenta el País resulta grave. Nadie desearía que sea verdad lo que expresó, ya que el Ejército es de las instituciones más respetadas, garantes de la seguridad que los Gobiernos no han sido capaces de brindar a través de corporaciones civiles.
FUE EL sacerdote Gerardo Montaño –de Tijuana, Baja California- quien propició el encuentro entre los hermanos Arellano Félix y el Nuncio Apostólico, de tal suerte que en fechas distintas y utilizando su propio automóvil logró que Ramón y Benjamín, pese a ser prófugos de la justicia, se introdujeran a la Nunciatura Apostólica y hablaran con el representante del Vaticano en México. Los Arellano pedían la intervención de la Iglesia Católica ante el Presidente Carlos Salinas de Gortari tras ser responsabilizados del asesinato del Cardenal y Obispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, en un fuego cruzado que pretendía cegar la vida de Joaquín “el Chapo” Guzmán Loera. No se sabe que pasó, pero ni Benjamín ni Ramón fueron encarcelados sino muchos años después, el primero en Puebla gracias a un General cuya amistad nos dispensa y, el segundo, acribillado en Vallarta.
LO QUE llama la atención es que por aquellos hechos, y ni siquiera por los actuales –la entrevista de Rangel con grupos delincuenciales de Guerrero-, la autoridad ha hecho nada, ni siquiera ha abierto una investigación que permita determinar si existe alguna responsabilidad. En el caso de Prigione se dijo que el representante del Papa contaba con inmunidad diplomática, ya que en la legislación de la Iglesia Católica, en su calidad de obispo, así como la civil de todos los países, tenía la obligación de guardar secreto profesional de lo que la gente le confiara de manera estrictamente privada y, por lo mismo, no podía revelar lo ahí tratado. El Obispo de Guerrero tampoco ha sido llamado a declarar, ni siquiera como testigo y, mientras tanto, las Policías –Federales y Estatales- y las Fuerzas Armadas no logran ubicar a los capos mientras la violencia se desborda, cuando sacerdotes como Rangel saben perfectamente como localizarlos, y eso, ante las leyes mexicanas se llama encubrimiento. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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