NO ES secreto que México carece, mayoritariamente, de cultura política, y que la sociedad –en su inmensa mayoría- suele votar por sentimientos, esto es, a partir de rencores engrosados por actores políticos que explotan yerros de anteriores administraciones, deslices de funcionarios en el poder o que asumieron conductas ilícitas que directa o indirectamente afectan a los gobernados o, en el mejor de los casos, por una supuesta esperanza que en el discurso parece tan viable y accesible pero que, en los hechos, se torna trivial y repetitiva del pretérito, y en ese sentido se van creando escenarios de miedo que benefician a los que prometen un cambio y perjudican a partidos cuyos militantes no ofrecieron los resultados esperados cuando ejercieron el mando. Y aunque muchos votantes no entienden a fondo el sistema político mexicano o la auténtica división de poderes, hay grupos que le están apostando al voto cruzado que, como su nombre lo indica, es una fórmula mediante la cual, los electores pueden elegir varias propuestas que consideren convenientes sin tener que optar por las mismas siglas, partidos o coaliciones, lo que sería una muestra de madurez que permitiría la auténtica división de poderes con un Presidente de la República o Gobernadores que rindan cuentas a los respectivos congresos, y que no estén sometidos, como ahora sucede en el ámbito estatal, a la voluntad del Ejecutivo.
El voto cruzado muestra cierta madurez del electorado al que ya no le da miedo sufragar por A, B o C en términos de mayoría, sobre todo porque se fija, más que nada, en el candidato por encima del partido que lo abandera, y en la elección que viene, quien vote cruzado lo haría por institutos políticos distintos, esto es, tal vez por Andrés Manuel López Obrador para la Presidencia pero no, precisamente, por candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional al Senado y a las diputaciones Federales a fin de crear un auténtico contrapeso de poderes, en donde el Legislativo no esté sujeto a caprichos del Ejecutivo sino que apruebe solo aquello que realmente tenga trascendencia para el País. Y algo similar debe ocurrir en los estados: si los ciudadanos votan por un candidato a Gobernador determinado deberían cruzar su voto y evitar hacerlo por los aspirantes a diputados del mismo partido, ya que de lo contrario se estarían otorgando poderes meta constitucionales al futuro titular del Ejecutivo, como sucedió con Javier Duarte de Ochoa a quien todo le aprobaban los legisladores, e incluso los propios panistas que eran minoría se sumaron a esa vorágine, por dinero, por supuesto.
ES INDISCUTIBLE que el voto cruzado es poco utilizado en el País debido a que cada partido exhorta a sufragar por toda la lista que propone, independientemente de si los candidatos son buenos o malos, sin embargo, cruzar el voto es una forma en la que el elector puede elegir varias propuestas, por supuesto, la que considere mejor. Se trata de seleccionar un candidato para cada cargo sin que sea de la misma lista o color, y el diario Excélsior abordó este domingo la historia del afamado “carro completo” que imperó durante siete décadas del poder priista, cuando no solo el PRI obtenía la Presidencia de la República y la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión que le permitió gobernar sin equilibrio de fuerzas y aplastar a la oposición a punta de votaciones mayoritarias, causando un enorme daño al País cuyas repercusiones aún se viven, ya que la supeditación del poder legislativo al Ejecutivo y, por consiguiente del Judicial, hicieron de la imagen presidencial una monarquía absoluta. Dice el gran diario de México que “el carro completo” caracterizó a los gobiernos del PRI desde que Plutarco Elías Calles tradujo el movimiento revolucionario en instituciones, pero a partir del año 2000, ningún Presidente de la República ha contado con la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión que le permita construir reformas sin el acuerdo con el resto de las fuerzas políticas”, en ese tenor ilustra cómo Vicente Fox ganó en el 2000 la Presidencia con 15 millones 989 mil 636 votos, que representaron el 42.52 por ciento de los sufragios. El priista Francisco Labastida quedó en segundo lugar, con 13 millones 579 mil 718 votos, que representaron el 36.11 por ciento, y el perredista Cuauhtémoc Cárdenas obtuvo 16.64 por ciento de la votación, con seis millones 256 mil 780 votos. Sin embargo, en la Cámara de Diputados el PRI tuvo 209 legisladores, con lo cual su peso político fue del 41.8 por ciento, es decir, casi cinco puntos por arriba de su candidato presidencial. El PAN se quedó con 206 integrantes, con lo cual su peso político fue de 41.2 por ciento, es decir, 1.3 por ciento por abajo de la votación presidencial, y el PRD sólo tuvo 53 diputados federales, cuyo peso político fue de 10.6 por ciento, esto es, seis puntos por abajo del porcentaje obtenido por su candidato presidencial. En el Senado de la República, el PRI se quedó con el 46 por ciento del poder político, al sumar 59 integrantes, con lo cual fue la primera fuerza indiscutible; el PAN obtuvo 47 senadores, con lo que su poder interno fue del 37.3 por ciento, y el PRD se quedó con 16 senadores, con un peso de 12.6 por ciento en las decisiones del pleno.
LA DECISIÓN de la sociedad permitió un Presidente fuerte por la votación obtenida, pero sujeto a las normas de un congreso al que debió someterse para negociar las iniciativas propuestas, en un clima donde no se imponían mayorías absolutas. Por ello a sólo tres semanas de los comicios, militantes perredistas, panistas y priistas promueven el voto cruzado entre sus candidatos locales y aspirantes presidenciales, mientras que organizaciones sociales se confrontan por la utilidad o no de ese sufragio entre la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión; por eso, desde la próxima semana circularán en redes sociales diversas imágenes y videos que buscan restablecer el “carro completo”´, ahora para Morena, mientras que otros alertan de la grave regresión que implicaría, ya que se le estarían dando poderes meta constitucionales a AMLO si gana la Presidencia, lo que podría despertarle, incluso, la tentación de la reelección como ocurre en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o, incluso, Rusia. En el caso de los estados no imponerle a los futuros gobernadores contrapesos sería crear monstros como el ignominioso Javier Duarte de Ochoa que tanto daño causó al Estado, hoy por fortuna en una prisión de la Ciudad de México donde enfrenta proceso por las atrocidades cometidas, aunque mucho de eso pudo evitarse si hubiera tenido un Congreso local no mayoritario ni sometido a sus caprichos. Así las cosas…OPINA carjesus30@hotmail.com
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