DICE EVAGRIO Póntico (345-399 DC) -autor de la primera lista de “pecados capitales” que se conoce denominados por él como “vicios malvados”-, que la soberbia o vanidad es el comienzo de todos los pecados –y hasta nos atreveríamos a agregar que es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados-. Y es que la vanidad es un tipo de arrogancia o engreimiento, una expresión exagerada de la soberbia, y de acuerdo a la teología cristiana clásica, consiste en depositar la confianza en forma excluyente en las cosas mundanas, lo que hace que el hombre no necesite de Dios, y en algunas enseñanzas religiosas se le considera como una forma de idolatría en el que la persona en función de sus deseos y actos mundanos rechaza al Ser Supremo en su vida cotidiana porque él –el vanidoso- se siente superior a Dios, como en 1966 lo expresara John Lennon al referirse a The Beatles, el grupo del que formaba parte: “somos más populares que Jesús”, controvertido comentario en el que, además, enfatizó que el Cristianismo estaba en decadencia, aunque quienes terminaron en el ocaso fueron ellos, en tanto Lennon fue asesinado por un fanático. Las historias de Lucifer y Narciso (de donde se ha sacado el término “narcisismo”) son ejemplos demostrativos de lo que puede llegar a ser un cretino vanidoso. Y es que en lugar de siete, como varios siglos después instauró el Papa San Gregorio Magno, los pecados nombrados por Evagrio Póntico eran ocho: gula o gastrimargia, lujuria o fornicatio, avaricia o philargyria, tristeza o tristitia, vanagloria o cenodoxia, ira, orgullo o superbia y apatía o acedia que, según él, atraían al hombre al infierno, pues eran tentaciones terribles para el alma, pero la vanidad era una de las más letales ya que corrompía todo lo que tocaba, por lo que la denominó “un tumor del alma lleno de pus que al alcanzar la madurez se descompone en un desagradable desastre”. También para el Papa Gregorio, la vanidad era el peor de los siete pecados capitales, el que contiene la semilla de todo el mal.
Y ACASO el tema viene a colación por la proclama del candidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, quien horas antes del debate habría vociferado que “ni uniéndose el resto de los abanderados” podrían ganarle en las elecciones del 1 de Julio, un acto de vanidad a ultranza que deja ver un tipo de arrogancia, engreimiento o expresión exagerada de la soberbia. AMLO enfatiza: “tenemos ya la organización suficiente para defender los votos, y aunque se unan cuando den la orden desde arriba, no nos van a vencer, hasta en el caso de que declinaran tres por uno... no todos los que votarían ahora por ellos les harían caso; más de la mitad de la gente que ahora los apoya votaría por nosotros”. Dícese por ello que la vanidad es la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción causada hacia los demás, por lo que Friedrich Nietzsche –autor entre muchísimas obras más de Así hablaba Zaratustra, El Anticristo y Más allá del bien y del mal-, definió a la vanidad como el temor de parecer original, y denota por lo tanto una falta de orgullo, pero no necesariamente una falta de originalidad, mientras que el aforista estadounidense, Mason Cooley sostiene que “la vanidad bien alimentada es benévola, pero una vanidad hambrienta (de poder) es déspota”.
SEGÚN ESTUDIOSOS del comportamiento humano, los rasgos de las personas vanidosas y soberbias es que “creen están en lo cierto constantemente”, puesto que vienen marcadas por cierto narcisismo (y el narcisismo no es más que la creencia de estar en lo cierto por el simple hecho de ser quien se es), y en ese sentido suelen considerar que tienen razón en todas las discusiones que enfrentan. Es por ello que, con frecuencia, las personas soberbias y vanidosas tratan de argumentar y defender sus puntos de vista mediante falacias de autoridad, poniéndose a sí mismos como autoridad. Otro rasgo es que se enfadan fácilmente, y puesto que tratan de fingir una versión idealizada de ellos mismos, es difícil comunicarse con esas personas sin que surjan fricciones. Cualquier pequeño detalle puede provocar un enfado monumental por discutir algo que, para ellos, es fundamental en su disfraz. También, refiere un estudio psicoactivo, la mayoría de personas soberbias y vanidosas se expresan de una forma completamente teatral. Es decir, cuando hablan, gesticulan de una forma que casi parece sacada del mundo de las artes escénicas.
LA VANIDAD, lo establecen estudiosos en el tema, tiene cierta relación con el narcisismo, y éste tiene cierta relación con la psicopatía (puesto que se considera que el único importante es uno mismo y los demás están cosificados, como si fueran objetos para satisfacción propia). Esto, evidentemente, no tiene por qué significar que el vanidoso sea un asesino en serie, sin embargo, sí es posible que tenga algún rasgo psicopático y tienda a tratar a los demás para su propio beneficio sin interesarse por ellos como personas (¿en qué partido se está viendo eso?. Explican psicólogos que el mundo de las redes sociales ha permitido que el vanidoso tenga mucho más recorrido, y aquí hay que detenerse un poco más que en los puntos anteriores, porque hay varios aspectos interesantes a tener en cuenta. En primer lugar, hay que señalar que las redes sociales han permitido que haya más vanidosos. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que a través de estas muchas personas tratan de construir esa versión idealizada de sí mismos. En las redes sociales, a diferencia de la cotidianidad, si alguien les cuestiona esa imagen idealizada de sí mismos pueden bloquearlo o inducir a seguidores a atacar al crítico, y se acabó el problema. Como se puede observar, la vanidad es un rasgo de personalidad bastante frecuente que va mucho más allá del simple estereotipo que socialmente se le ha dado al término. Los rasgos de las personas vanidosas suelen ir muy relacionados con el narcisismo y la megalomanía.
PERO LA frase “ni uniéndose el resto de los abanderados podrían ganarme” comienza a revertirse, pues no solo Armando Ríos Piter, el fallido candidato independiente a la Presidencia ha decidido sumarse al abanderado del PRI-Partido Verde-Panal, José Antonio Meade Kuribreña, sino que ahora lo hace un gobernador perredista (de Michoacán), Silvano Aureoles Conejo, y se tienen informes que tras el debate habría otros personajes, incluidos gobernantes Estatales que se estarían sumando a Meade, pues ya lo dijo el escritor y guionista cubano, Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes 1997: “La vanidad pierde a cualquiera y más a los ya extraviados”. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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