AUNQUE FUIMOS educados en colegios católicos y provenimos de una familia plenamente religiosa con familiares y amigos sacerdotes, mujeres devotas y con tendencia a acudir a oficios cristianos, y en el otro extremo esté la milicia-, nuestro criterio, a partir de la propia vivencia, es amplio, aun cuando nos cuesta aceptar no la unión entre personas del mismo sexo (que al fin de cuentas, cada quien su vida), si la adopción de menores –salvo que los futuros padres o madres sean sometidos a profundos estudios psicológicos que permitan corroborar que los niños adoptados por esas alianzas –que no matrimonios-, estarán salvos de afectaciones psíquicas en el futuro por alguna probable desviación de sus tutores –y estamos conscientes que con esta postura seremos criticados acremente-. Aclaramos: cuando nos referimos a la palabra “matrimonio” enfocamos el juicio hacia la unión católica, ya que hay dos tipos de enlaces: el civil y el religioso. El primero se refiere a la unión de dos personas mediante determinadas formalidades legales, el cual es reconocido por la ley como familia –en algunos Estados ya se acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo, y qué bueno por ellos- y, el segundo, dentro del marco del catolicismo y otras confesiones cristianas constituye el sacramento que une indisolublemente a un hombre y una mujer, y por el que se comprometen a vivir de acuerdo a las prescripciones de la Iglesia.
EL TEMA viene a colación por un hecho que no tiene desperdicio: hasta el momento ninguno de los candidatos a la Gubernatura del Estado se ha pronunciado en torno al tema, aun cuando el Consejo Mexicano de la Familia (ConFamilia) se lo ha exigido como parte del voto que ejercerán en Julio. El Papa Francisco, el máximo representante de la Iglesia Católica ha reiterado, en diversas ocasiones, que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, por lo que esa religión no lo aprueba entre personas del mismo sexo, y aunque los jerarcas católicos han insistido en que no intervendrán en el actual proceso electoral para elegir Gobernador del Estado, lo cierto es que cuentan con grupos que si lo hacen como ConFamilia, que en un comunicado ha advertido a los “silenciosos” aspirantes que sus integrantes no darán su voto a los abanderados de los partidos PRI, PAN, PRD y Morena “por haber ignorado la iniciativa presentada en 2016 que busca proteger el matrimonio y la familia natural como instituciones de interés público, así como el derecho procedente de los padres a educar a sus hijos y tener un padre y una madre”.
INCLUSO AMENAZAN interponer un amparo en contra de cuatro senadores de los partidos mencionados por incumplimiento, y en un comunicado -en nuestras manos- exponen su indignación por haber sido ignorada la Iniciativa de Ley Ciudadana para Reformar la Constitución presentada el pasado 23 de febrero de 2016 y respaldada con 240 mil firmas, donde Veracruz destacó con el mayor número de rúbricas. En el documento exponen: “Proteger el matrimonio y la familia natural como instituciones de interés público; proteger el derecho procedente de los padres a educar a sus hijos; proteger el derecho de los niños a tener un padre y una madre, y proteger el entorno que rodea a la familia a través de políticas públicas de los tres niveles de gobierno. Pero en torno al tema ningún candidato ha abierto la boca y, mucho menos asumido un compromiso, pero tampoco con los grupos de la población Lésbico, Gays, Bisexuales, Transgéneros, Travestis, Transexuales e Intersexuales (LGBTTTI) que, se quiera o no aceptar, constituyen uno de los de mayor presencia en todos los rincones del Estado.
NO ES secreto que la población LGBTTTI propone modificar 14 artículos del Código Civil Federal para eliminar la premisa que indica que el fin del matrimonio es “la perpetuación de la especie”. Los cambios propuestos señalan al matrimonio como la unión libre de dos personas mayores de edad que tienen la intención de tener una vida en común para procurarse ayuda mutua, solidaridad, respeto e igualdad, por lo que demandan cambios a la Constitución mexicana que incluyan el derecho al matrimonio igualitario “para evitar las restricciones injustificadas” que actualmente impiden que personas del mismo sexo contraigan matrimonio en la mayoría de los Estados.
DICEN LOS activistas de esos grupos que “el derecho a formar una familia le corresponde a todas las personas sin importar su orientación sexual. Por tanto, la protección constitucional hacia la familia no se limita a un tipo particular o tradicional de ésta que tenga como presupuesto al matrimonio heterosexual y cuya finalidad sea la procreación”, propuesta que coincide con la planteada por el Presidente Enrique Peña Nieto en Mayo de 2016, lo que le ganó severas críticas de los ultra conservadores. Y uno se pregunta: ¿Cuál de los cuatro candidatos a la Gubernatura se echa ese trompo a la uña? Porque el tema no es sencillo, ya que pronunciarse por un lado significaría echarse encima al otro y viceversa, además de que quien apoye a los LGBTTTI podrían ser víctimas de burlas y hasta suposiciones de que los defiende porque, seguramente, es de esa tendencia.
PERO EN cuestiones de Estado eso es lo que menos importa, y en asuntos de elecciones se debe medir quienes aportan más votos: los ultraconservadores o ultraliberales, pues la medición nos indica que hay tantos de una parte como de la otra, a tal grado que en el pasado reciente se habló mucho de una cofradía e, incluso, de un power-gay Estatal que decidía quienes entraban –y eran impulsados- y quienes eran expulsados del Gobierno, y pruebas hay muchas. Aun recordamos cuando en la euforia de la borrachera, en un bar conocido como La Cantinita en el puerto de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa plantó un beso a un destacado líder taxista cuando este acudió a saludarlo, lo que le convirtió en la comidilla de sus amigos durante muchos meses. Aquella vez el gobernante era acompañado de su séquito más cercano de aduladores. Como fuera, los abanderados a la gubernatura se han olvidado de ese tema que divide y, por tanto, soslayan, olvidando que la religión sigue pesando en la vida política del País, como lo hacen también los grupos lésbico-gay, y si no que le pregunten a don Porfirio Díaz y el caso de su yerno Ignacio de la Torre, de gran influencia en su gobierno entre las élites más poderosas de aquel tiempo. Así las cosas… OPINA carjesus30@hotmail.com
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