DE UN tiempo a la fecha se ha puesto de moda la palabra “chairo”, una expresión despectiva con la que se busca identificar a ciertos militantes de izquierda casados con el argumento de que todo neoliberalismo es malo, y que para México la salvación sería un Gobierno sustentado en un sistema de organización social basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes, esto es, que la sociedad organizada tenga el control de todo, algo que está demostrado, no deja de ser una utopía. Pero, y entonces, ¿qué tienen que ver los llamados “chairos” en estas cuestiones de la política y el Gobierno? La respuesta no deja de sorprendernos: de acuerdo con el lingüista Luis Fernando Lara, director del Diccionario del Español de México (DEM) –quien realizó una investigación con 8 integrantes de ese repertorio en todos los niveles: oral y escrito, culto y popular-, la palabra “Chairo” se utiliza de manera ofensiva, y se refiere a “individuos que profesan cierta ideología pero de manera superficial y sin suficiente compromiso”. Por lo general, añade, “se utiliza en contra de quienes profesan ideologías de izquierda” a veces sin comprender lo que es esa tendencia, y solo porque consideran que representa el cambio. Chairo proviene de “chaira”, un vocablo popular mexicano utilizado para referirse a la masturbación, por lo que si una “chaira” significa darse placer a uno mismo sin entrar en contacto con otros, el “chairo” es, por lo tanto, alguien que se masturba mentalmente sin involucrarse con la causa que defiende, según explica Lara. Esta acepción, agrega, queda clara en la última frase de la definición del DEM: “persona que se autosatisface con sus actitudes”.
LA PALABREJA que, comúnmente, se usa para identificar a seguidores de uno de los candidatos a la Presidencia de la República (no decimos nombre pero “ya sabes quién”), les encaja a la perfección la definición: “individuos que profesan cierta ideología pero de manera superficial y sin suficiente compromiso”, ya que en realidad, muchos de ellos, sino es que todos, desconocen de donde provienen los términos “izquierda”, “Centro” y “Derecha”, por más que los liguen y recontra liguen al marxismo-leninismo que apareció por los años veinte inspirados en la filosofía de Karl Heinrich Marx y Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin o, incluso, a la del alemán Friedrich Engels. Pues bien, izquierda y derecha tiene su origen histórico en la votación del 14 de Julio de 1789, durante la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa –la que tantas cabezas guillotinó, incluida la del líder supremo Maximilien François Marie Isidore de Robespierre-, en la que se discutía la propuesta de un artículo de la nueva Constitución que establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea. Los diputados que estaban a favor de la propuesta, que suponía el mantenimiento de hecho del poder absoluto del monarca (bien podría ser el PAN o el PRI de ahora), se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra y defendían que el rey sólo tuviera derecho a un veto suspensivo y limitado en el tiempo poniendo por tanto la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda; pertenecían al grupo de los girondinos y portavoces republicanos de la gran burguesía (PRD o en lo que se ha convertido) pero, también, al Club de los cordeliers que representaban al pueblo llano parisino (MoReNa) y acaso por ello la mal entendida alianza PAN-PRD (burguesía y pueblo), mientras que en el centro figuraban diputados independientes carentes de programa político definido (aquellos que saltan de un lado a otro). De esa manera, el término izquierda quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social, mientras que el término “derecha” a quienes se oponían a esos cambios.
Y AUNQUE “chairo” es usado, generalmente, para referirse de manera despectiva a los activistas de izquierda, éste no va errado por la vida debido a las contradicciones de lo que sostiene, sino por diferir de un discurso dominante y los valores que de éste se desprenden; un estado tan permanente para quien lo padece como su persistencia en no estar de acuerdo. Pero no es necesario que quien sea juzgado de “chairo” sostenga opiniones de izquierda, pudiendo incluso diferir de ellas. Basta con que presente siquiera un dejo de escepticismo sobre las virtudes absolutas de las políticas neoliberales, y así, quien cae bajo esa categoría se caracteriza por no compartir y avalar los saberes, las certezas de los tecnócratas que aplican las medidas económicas neoliberales que han generado una mayor pobreza y desigualdad en el mundo. El chairo, es así, un anormal producido por el descrédito del que lo hace objeto el discurso dominante al que interpela. En su obra “El orden del discurso”, el pensador francés, Michel Foucault señala que “el poder -entendido mínimamente como el influir en las acciones y/o el pensamiento del otro- es algo que está en juego, que circula entre las partes de un circuito. Se torna en dominación cuando el circuito se cierra en favor de una de las partes, es decir, que sólo una tiene poder sobre la otra.
ADVIERTE QUE una más de las estrategias empleadas por todo discurso dominante es el generar a sus desviados, es decir, a cualquiera que opere fuera de la lógica establecida por el discurso, y dejar que pese sobre ellos como un estigma su disidencia. El “chairo”, por lo tanto, es uno de esos infames del neoliberalismo, galería en la que se encuentra, también, al globalifóbico, su pariente cosmopolita. Las apasionadas y grotescas caracterizaciones del chairo que se pueden leer en las redes sociales no son entonces producto del ingenioso o sesudo análisis del denostante, sino reflejo del dominio infame del neoliberalismo. Foucault explica que estos catálogos de descripciones ridículos de los disidentes y criminales desde el poder son un procedimiento natural a toda soberanía arbitraria, de la que lo grotesco en ese procedimiento es un reflejo de lo grotesco en su ejercicio del poder. Aquí, el pensador cita como ejemplo a los emperadores romanos -cuya figura paradigmática es Nerón-, “poseedores de la majestad, de ese plus de poder con respecto a cualquier poder existente”, que encarnaban ellos mismos, personajes infames, grotescos, ridículos.
TRAS LO anterior, lo sensato sería pensar que aquéllos que se benefician del neoliberalismo son quienes tendrían el uso como agente preponderante del descalificativo de chairo, sin embargo, surge, también, la categoría del derechairo de quien, dícese que sostiene ideas y valores neoliberales a pesar de no sólo no ser beneficiado con ellas, sino que incluso le perjudican. Así las cosas. OPINA carjesus30@hotmail.com
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