Los tiempos tienen la mejor tonada, pero aún no encuentran la letra para acompañarla, podría parecer exagerado hablar en México de darwinismo social, cuya teoría explica que el más apto es quien sobrevive. No lo es si consideramos que en Occidente, en 2018, la meta no es sólo sobrevivir, sino vivir con dignidad, calidad, esperanza futuro. Quienes viven endeudados desde el útero sobreviven con dificultad y mueren más empobrecidos. Los responsables de esta tragedia han sido y son los políticos. Para evitar que el futuro nos siga alcanzando, quienes gobiernan deberían ceñirse a un código ético mínimo y lógico.
Sería ético que existiese una suerte de Código de ética para nuestros políticos o para quienes se desencanten por tan fructífero negocio.
Ruego al lector expresar algunas ideas. Todas debatibles. Seguro debe haber muchas más. 1) Los políticos que deseen continuar no podrán haber pertenecido a más de dos partidos. Cambiar de ideología, cualquier adulto lo sabe, no es sencillo. 2) Mientras ejerzan su oficio, no podrán ocupar más de dos Secretarías. Imposible fungir como secretario de Turismo, de Hacienda y de Salud. Cada una requiere habilidades y conocimientos distintos. 3) Al igual que en la mayoría de las profesiones, deberán presentar exámenes de competencia cada tres años con el fin de validar la vigencia de sus conocimientos. 4) Deberán escribir un listado, cada dos años de las acciones positivas y de sus logros. 5) Deberán escribir un listado, cada dos años de los fracasos y omisiones. 6) Tendrá la obligación de opinar sobre: a) Situaciones políticas “limítrofes”, b) Situaciones político-humanas “limítrofes”, desnutrición, trabajo infantil, muertes por inanición, personas que laboren en la calle para sobrevivir y que carecen de todo tipo de protección social. 7) Cada dos o tres años deberán opinar sobre el inciso previo y contrastar los resultados. 8) Al iniciar el sexenio, los nuevos o reciclados políticos deberán opinar por escrito sobre la labor desempeñada por sus predecesores. La opinión pública decidirá si debe publicarse o no dicho análisis. 9) Compartir, además de sus bienes económicos, su producción científica, universitaria académica, cultural o periodística. 10) Enlistar metas y propósitos laborales al inicio del sexenio. 11) enlistar logros y alcances al final del sexenio. 12) Hablar y escribir tres idiomas. 13) Etcétera.
Etcétera es una palabra interesante. Quizás algún lector o político pueda añadir o eliminar incisos. El papel no permite alargarse.
Si permite lo que ha sucedido en los últimos sexenios. Son muchos cánceres los que agobian a México. Imposible decir cuál es el peor. Obligado por el espacio apto por la pobreza. La pobreza no es responsabilidad de quienes nacen sin esperanza. Es fruto de la inoperancia y de los hurtos de nuestros políticos. Si hubiese un Código de ética pública para políticos mexicanos quizás podríamos detener el avance de todos los cánceres que nos amenazan. Repasar, valorar, reflexionar, medir, son espacios propios de las elecciones.
Todos los sexenios finalizan mal. No hay uno donde el balance sea positivo. Los políticos reprueban, el país reprueba. Economía, seguridad, educación y salud decrecen, Contrastar las cifras oficiales con la realidad es buen ejercicio. Los números no mienten.
Cambiando de página contra lo que muchos creen la vida y la política sin complejas y frecuentemente azarosas; llegó la “hora de la verdad”.
La crítica fácil al oponente político deberá quedar en el pasado. Ahora sí, los ciudadanos esperamos menos “golpes” y más “iniciativas”, las propuestas deberán ser la parte fundamental del discurso de quienes aspiren a gobernar.
Pero no generalidades; de esas hemos tenido muchas; faltan propuestas concretas sobre la forma en que se puedan resolver los grandes problemas que nos afecta a todos los ciudadanos. Y de ahí el debate serio, profundo y reflexivo, de los proyectos de cada candidato. Sin debate no hay democracia, han repetido hasta el cansancio los intelectuales que aún creen en esa forma de gobierno para el país. Llegó la hora de tenerlo. Sin ello, los votantes no tendremos los elementos para contrastar cada proyecto y poder escoger el que más nos convenza para emitir nuestro sufragio.
Sin embargo, no todo será “miel sobre hojuelas” para los lectores. Hay mucho “ruido” en el escenario político. Las “campañas negras” de odio, de encono, siguen presentes en el entorno político. Al fin que “difama que algo quedará”, como han insistido algunos “estrategas de propaganda” que insisten en la diatriba y la calumnia. A eso nos tendremos que enfrentar los ciudadanos. Y vaya que hay “pasto seco para incendiar la pradera”, el horno no está para bollos.
Se perciben principalmente, dos cosas en el “clima social” de estos tiempos, sin importar clase o condición: El hartazgo por la ineptitud y la corrupción de quienes toman las decisiones en los gobiernos, sean federal o estatales, y un rechazo generalizado al pleito o los enfrentamientos entre la clase política.
Lo interpretaba de forma muy objetiva Juan Pablo Castañon, presidente de la “cúpula” empresarial afirmaba: “A los candidatos les decimos: Ya basta de
agravios, de respuestas fáciles y superficiales que sólo apelan al encono social y a la división; ya es tiempo de un debate serio, profundo y responsable sobre el país que estamos construyendo”. Nada más claro y certero. Será difícil pero necesario, ir en contra de la violencia política, sin duda, reflejo del “clima” que actualmente vivimos. La descomposición de la clase política es evidente, reflejo de la descomposición social que nos agobia, por más que se quiera minimizar.
Y para finalizar, el ocio, dicen los clásicos, es la madre de todos los ocios. O la ociosidad, mejor dicho, no solo porque el ocio es masculino y por lo tanto se le dificultaría ser madre, sino también porque el ocio complica tiempo libre, mientras que un ocioso es un inútil. ¿No está de acuerdo con esa definición?
Discútalo con la Real Academia. Al hacerlo evitará la curiosidad. Más de uno pensará. Al leer el primer párrafo, que no hay manera de que tenga tiempo libre. ¿ Cree que es un buen momento para hablar de política y de las inminentes campañas e inevitables elecciones con personas cercanas a las que tiene que seguir tratando el resto de su vida?
Lo único más arriesgado es hacerlo con perfectos desconocidos.
Le queda entonces como alternativa leer.
De preferencia libros o publicaciones serias, textos divertidos o profundos, analíticos o triviales. Tal vez no sea el momento para adentrarse en los clásicos rusos, pues no faltará quien crea que forma usted parte del complot, y qué flojera convencerlo de lo contrario. Y leer a Tolstoi es un poco, digamos, incongruente.
Pero da igual. Lea usted, distráigase o edúquese e ilústrese. Busque a esos autores que normalmente no recurriría, salga de su zona de confort, contraste, contradígase, dese permiso de escandalizarse. Explore autores de países desconocidos, de culturas diferentes, con puntos de vista chocantes, porque esos son de los que va a aprender cosas nuevas. No les voy a dar una lista ni mucho menos, porque de lo que se trata es de romper el molde, de meterse a fondo, de perderse en el texto, en la historia, en la narrativa, de sumergirse en el océano infinito de las palabras. Saldrá usted de esa expedición habiendo derrotado al ocio, olvidando la ansiedad y encontrando temas nuevos, perspectivas nuevas, para compartir. Sus amigos se lo agradecerán. |
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