EN TIEMPOS de inseguridad tecnológica –cuando el robo de identidad va en aumento, según datos del Banco de México y de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros-, uno se pregunta ¿Qué tan confiables son las encuestas telefónicas electorales?, cuando existen cifras que ilustran en torno a la negativa de los gobernados a ofrecer información confiable. No es secreto que de varios años a la fecha, los ejercicios de medición de opinión pública en torno a la decisión que asumirá la sociedad ante las urnas han fallado, no solo en México sino en el mundo, aun cuando tradicionalmente se daba por hecho que esos sondeos influían en la decisión de un hipotético universo de votantes. Las encuestas, se suponía, creaban opinión pública y percepción social y, por tanto, ayudaban a encarrilar a un ciudadano sin ideas propias y, en el mejor de los casos, indeciso, posicionando a políticos y facilitándoles el ascenso al poder, en suma, les pavimentaban el camino, pero del 2015 a la fecha las cosas han cambiado, y así quedó demostrado con los triunfos de los candidatos independientes en Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”; Manuel Clouthier, en Culiacán, y Pedro Kumamoto, en Zapopan. Las encuestas los tenían, tácitamente, en el sótano, y el día de la elección dieron la sorpresa. La sociedad demostró que estaba harta de los partidos y ofreció su voto a personas que no figuraban en los primeros lugares.
APENAS EL miércoles, el Grupo Votia dio a conocer una encuesta que, según ilustra, la realizó entre el 5 y 6 de Marzo, y el candidato de la alianza “Por Veracruz al Frente” integrada por PAN-PRD-MC, Miguel Ángel Yunes Márquez resultó favorecido con 47,7 por ciento de la preferencia electoral; Cuitláhuac García Jiménez de la coalición “Juntos Haremos Historia” de Morena-PT-PES se colocó en el segundo sitio con 36.4 por ciento; José Francisco Yunes Zorrilla, de PRI-PVEM alcanzó 14.8 por ciento, mientras que a la dama Miriam González Sheridan, del PANAL, le da 1.1 puntos. El sondeo fue realizado a instancias de la estación de radio Más Latina, de acuerdo con el titular de la casa encuestadora.
LO QUE no revela los resultados es que más del 30 por ciento de los cuestionados se declaró indeciso, esto es, no saben por quién votarán o, en el peor de los casos, si finalmente, lo harán, y es ahí donde reside la diferencia. Si los vacilantes no definen por quién sufragarán, es porque, seguramente, no lo harán por los presuntos punteros, porque de otra forma no tendrían empacho en decirlo, y así lo reconoce Felipe Quintos, director de la encuestadora cuando deja en claro: “el estudio muestra las preferencias que se tienen en este momento, pero podrían irse modificando durante el transcurso de las campañas”. El 2015 inauguró una nueva etapa en la comunicación política del País: las encuestas ya no influyen en los electores, tampoco, forman opinión pública ni construyen percepciones artificiales. En pocas palabras, pertenecen al paleolítico y se han convertido en pieza de museo para entender cómo nos expresábamos hace 20 años, cuando el internet apenas era un descubrimiento y las redes sociales no existían.
AÚN SE recuerda cuando en Junio del 2012, los jóvenes del movimiento #Soy132 en la mesa “Elecciones e información. Transparencia en los comicios”, exigieron que las firmas encuestadoras del País dijeran cuánto cuestan las encuestas que se difunden a través de los medios de comunicación y quien las financia, tras denunciar “la manipulación con la que se elaboran y la interpretación que se hace de éstas. Se propone que la UNAM y/o el IFE –indicaron- hagan una auditoría a las casas encuestadoras y a los encuestadores de campo, y proponemos que se le dé prioridad a las encuestas hechas por el IFE, en lugar de las encuestadoras privadas”. Aquella vez, la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y de Opinión Pública (AMAI) puso el dedo en la llaga al reconocer que el valor de la industria encuestadora fue en 2011 de 5 mil 781 millones de pesos en cifras redondas, pero en un año electoral como el de 2012, con procesos electorales como nunca en la historia, se estimaba que esa cantidad se incrementó al menos en 20 por ciento, quedando en 6 mil millones de pesos al año. Lo peor es que ante el gran negocio que representan los estudios de opinión, sobre todo cuando de definir el destino del país se trata, las firmas encuestadoras no le rinden cuentas a nadie, ni siquiera sobre su rigor metodológico, si bien es uno de los empeños de la AMAI, y muchas –si no es que todas- dicen lo que quieren escuchar o ver quienes las contratan.
POR ELLO suponer que Miguel Ángel Yunes Márquez tiene al 47,7 por ciento de los electores (y conste que no tenemos nada contra el Junior); Cuitláhuac García Jiménez, el 36.4 por ciento; José Francisco Yunes Zorrilla el 14.8 por ciento y Miriam González Sheridan, el 1.1 puntos es una falacia, ya que juntos hacen el 100 por ciento sin dejar margen a los indecisos, el sector más agigantado, y bueno fuera que el 100 por ciento de los 5 millones 578 mil 825 ciudadanos que integran la lista nominal sufragaran. No, definitivamente las cifras no encajan, no al menos para el análisis serio que define las diferentes tendencias, incluidos a quienes no saben o no respondieron.
UN DESTACADO investigador universitario comentaba al reportero: las encuestadoras deberían hacer un sondeo bajo tres premisas: ¿quién es el malo, el “pior” y el más “pior”?, y si nos vamos por cuestiones de honestidad, experiencia y trayectoria, el malo sería Pepe Yunes; el “pior”, Miguel Ángel Yunes Márquez y, el más “pior”, Cuitláhuac García Jiménez, y de este último mencionaba: “¿cómo votar por alguien que ha vivido con sus papás hasta después de los 50 años sin definir su vida, que nunca ha trabajado en serio y que si tiene una diputación Federal es por obra y gracia de Andrés Manuel?. Por pura vergüenza, dice, debería renunciar a la postulación para no pasar a la historia como un oportunista”.
COMO FUERA, más de 30 por ciento de indecisos rumbo a las elecciones del primero de Julio son muchos, tantos que si deciden sufragar podrían cambiar la historia que muchos ya han escrito en la imaginación. Lo peor sería que no salgan a votar, incluso aquellos que ya dijeron que lo harán por tal o cual abanderado. Por ello las encuestas en estos tiempos ya no son importantes, pues las redes sociales pueden, en cualquier momento echar abajo cualquier expectativa, como ha ocurrido con el PAN y Ricardo Anaya Cortés de quien 52 por ciento de los encuestados aseguran que el aspirante de la alianza por México al frente si incurrió en actos de lavado de dinero. Aún falta mucho para la elección, y cualquier cosa puede pasar. OPINA carjesus30@hotmail.com
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