FUE EN el sexenio del Presidente Adolfo López Mateos cuando, por primera vez, se utilizó al ejército como fuerza policiaca para detener movilizaciones laborales de trabajadores petroleros, telegrafistas, maestros y otros sectores como los nacientes movimientos sociales encabezados por el dirigente campesino, Rubén Jaramillo Ménez, asesinado con su familia en las cercanías de las ruinas de Xochicalco, Morelos, un 23 de Mayo de 1962, culpándose de aquellos acontecimientos a la milicia –y a caciques regionales-, lo que motivó que otras fuerzas insurgentes dispersas en la franja de Morelos hasta Guerrero impulsaran una novedosa guerrilla (o guerra de guerrillas) a cuyo frente se irguió Genaro Vázquez Rojas y su llamada Asociación Cívica Guerrerense, seguido de Lucio Cabañas Barrientos y su Partido de los Pobres, rebelión que llegó a las grandes urbes como el, entonces, Distrito Federal, Estado de México, Nuevo León y Guadalajara personificada como Liga Comunista 23 de Septiembre, Movimiento de Acción Revolucionaria y Frente Revolucionario de Acción Popular, y mucho antes, en 1958, con el paro ferrocarrilero cuando, además de la detención de los dirigentes Demetrio Vallejo y Valentín Campa, por primera vez se dio una requisa en que los uniformados se hicieron cargo de un servicio manejado siempre por civiles, aún durante la revolución. Tocó al ejército de aquellos tiempos la llamada guerra sucia que continuó en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz con una severa represión contra estudiantes en 1968 y, posteriormente, el jueves de Corpus de 1971, ya con Luis Echeverría Álvarez como mandatario. Ciertamente, las fuerzas armadas fueron utilizadas para combatir aquellos movimientos sociales, algunos aderezados con secuestros y asaltos bancarios que eran llamados “expropiaciones”, pero es menester dejar en claro que ni la tropa respondía a impulsos personales ni el alto mando se Gobernaba solo: hay un Comandante Supremo que determina la actuación de la milicia en base a la autorización que le dispensa el Congreso de la Unión –integrado por ambas cámaras-, cuando la seguridad o tranquilidad de la Nación está en riesgo.
TAL VEZ lo que marcó a las fuerzas armadas del País fue su segunda intervención “policial”, cuando el presidente Díaz Ordaz usó a los milicianos para desmoronar el Movimiento Estudiantil del 2 de Octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. El ejército, de acuerdo a diversos biógrafos de los acontecimientos, aguardaba una señal para emboscar una manifestación estudiantil con el pretexto de que un grupo armado posiblemente utilizaba al movimiento como camuflaje y reclutamiento de comunistas. Al caer la tarde, cuando los estudiantes se proponían disolver el mitin debido a la presencia militar, una ráfaga de balas proveniente de los edificios cercanos se dirigió contra la manifestación, y aunque al principio los uniformados reaccionaron disparando contra los agresores, posteriormente se supo que éstos pertenecían al Batallón Olimpia, un cuerpo especial creado por el ejército para la seguridad de los XIX Juegos Olímpicos. Y un dato que vale la pena recordar: el Secretario de la Defensa Nacional era el General Marcelino García Barragán, a quien, según diferentes versiones, intentaron convencer de que asumiera la presidencia de México ante la manifiesta ineptitud de Díaz Ordaz para resolver políticamente los conflictos, pero el mando castrense rechazó tajante el ofrecimiento, leal como suelen serlo las Fuerzas Armadas al País que, hay que aclararlo, también, están constituidas por hombres, y seguramente entre la extensa tropa integrada con más de 271 mil 584 militares en activo (más una reserva de 750 mil integrada por conscriptos del Servicio Militar Nacional), habrá algunos malos, aunque las mayorías son patriotas.
LA MISIÓN de la Secretaría de la Defensa Nacional es, desde siempre, I.-Defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación; 2.-Garantizar la seguridad interior; 3.-Auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas; 4.-Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país; y 5.-En caso de desastre prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas, pero ante el surgimiento de grupos fuera de la ley que han impuesto un sello a la violencia, la SeDeNa agregó otro tema: "...Ser la Dependencia del Poder Ejecutivo Federal que mediante la cooperación institucional, compromiso con la democracia y apoyando el Desarrollo Nacional, se convierta en el pilar de las instituciones; con un renovado Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, fortalecidos axiológicamente, organizados, equipados y adiestrados para confrontar con éxito en los ámbitos táctico, operacional y estratégico las amenazas tradicionales o multidimensionales de origen interno o externo proveniente de agentes estatales o no estatales, que constituyan un obstáculo al logro de los objetivos nacionales...".
Y UNO se pregunta: ¿Qué pasaría –si en la vorágine de violencia que vive el País- el Ejército y la Marina se retiran de las calles y vuelven a su verdadera actividad que no es, precisamente, la de policías?. Y es que garantizar la seguridad de los gobernados compete a Estados y Municipios y no a la milicia, y seguramente las más de 35 organizaciones y medio centenar de investigadores y académicos que exigen a la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), no otorgar el doctorado honoris causa al titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (SeDeNa), Salvador Cienfuegos Zepeda, “porque recibir al jefe de la guerra interna contra el pueblo de México en un campus universitario representa una afrenta a la comunidad estudiantil y académica del país”, serían los primeros en clamar que vuelvan las fuerzas armadas a garantizarles la tranquilidad.
POR ELLO resulta absurdo que en una pose de vedettes trasnochadas, quienes se pronuncian en contra de las fuerzas armadas –aun cuando gracias a éstas México no ha derivado en mayores conflictos sociales- ahora, en aras de llamar la atención en tiempos electorales expresan que entregar el reconocimiento Doctor Honoris Causa al titular de SeDeNa, Salvador Cienfuegos “atentaría contra la dignidad de los universitarios, pues prostituiría la labor docente y científica. Por ello insistimos: ¿qué pose adoptarían si el General Secretario decide replegar la tropa, y que sean policías Federales, Estatales y Municipales los que se encarguen de garantizar la seguridad? Estamos seguros que ante la menor afrenta, los mismos que ahora se pronuncian en contra de la SeDeNa serían los primeros en clamar de rodillas que volviera el Ejército de nuevo. Más respeto señores a nuestras fuerzas armadas que, por lo demás, en todos los episodios de la historia de la Nación, están sujetas a instrucciones superiores. Más respeto. OPINA carjesus30@hotmail.com
|
|