EL ODIO –dicen los expertos- es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, organización o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir su objetivo, y en Veracruz, nos guste o no, hay un severo aborrecimiento contra Javier Duarte de Ochoa, un individuo que jamás debió ser Gobernador del Estado por tres causas: 1.-Carecía de experiencia u oficio político, pues era de esos muchachos “maíz de palomita” (que con tres minutos en el microondas quedaban listos), a quien Fidel Herrera se empeñó en impulsar para que le cubriera las espaldas. Su antecedente –al igual que el abanderado del Movimiento de Regeneración Nacional, Cuitláhuac García Jiménez-, fue haber sido diputado Federal por obra y gracia del Gobernante en turno para, de allí, saltar a la candidatura sin tener conocimiento ni de grupos ni de la conformación de un Estado que se quiera o no aceptar, es un mosaico de máscaras distintas. 2.-Había políticos con mucha más experiencia, además, de probada experiencia en el ejercicio de Gobierno, entre otros, los Yunes, José Francisco o Héctor; el propio Ricardo Ahued, que ahora forma parte de MoReNa; Felipe Amadeo Flores Espinosa o un Flavino Ríos Alvarado cuyo prestigio como funcionario ha sido impecable, pero Herrera se empecinó en su regordete discípulo que terminó desconociéndolo y cometiendo toda suerte de barbaridades, rodeado de cercanos colaboradores que a diferencia de los Césares romanos, no le recordaban su condición de humano sino que, en aras de obtener beneficios le reproducían lo que deseaba escuchar y 3.-Javier Duarte era un muchacho frustrado, en principio por la pérdida de su padre en el temblor del 19 de Septiembre de 1985, siendo muy joven casi niño (“es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta”. Diles que no me maten. Juan Rulfo) pero, sobre todo, por el menosprecio del que fue objeto en los colegios por su voz de niña, su aspecto regordete siempre despidiendo malos olores, según cuentan sus conocidos de esa época. Por ello, cuando llegó al poder sin haber recibido ayuda psicológica optó por la venganza –como lo hacía, también, Herrera Beltrán, al romper con convencionalismos en aras de demostrar quién mandaba, cuando en realidad hacía el ridículo-.
POR ESA razón, Duarte de Ochoa usó el poder para tener lo que la vida le había negado tras la muerte de su padre que en esos tiempos despuntaba, y para vengarse de todos y contra todo. Se creyó reyezuelo y a diferencia de los Generales del Imperio Romano no hubo quién le recordara al oído “Memento moris, memento moris”: “recuerda que eres mortal” para que no se le subieran los laureles a la cabeza. Duarte fue víctima de aduladores, de inescrupulosos como él, que se aprovecharon de su permanente embriaguez de dominio, de jóvenes ambiciosos que no tenían ni en qué caerse muertos, pero que al finalizar el sexenio terminaron siendo los nuevos millonarios con fortunas que ni siquiera sus bisnietos agotarían, aunque no volvieran a robar en sus vidas. Fidel prefirió un “manipulable” y no a un aspirante formado, con oficio pero, sobre todo, con amor por Veracruz, y las consecuencias ahí están: Herrera Beltrán con indagaciones abiertas que le impiden poner un pie en Veracruz, y Duarte de Ochoa en una celda del Reclusorio Norte, mientras sus principales colaboradores, incluida la vocera Gina Domínguez que hizo a un lado el apostolado del periodismo para convertirse en magnate de los medios, recluidos en Pacho Viejo y otros tantos a punto de pisar la cárcel.
TAL VEZ por ello, Veracruz no merece como Gobernador a nuevos improvisados. A gente arrastrada por la corriente o el magnetismo de sus jefes, sino a expertos en Gobierno, a personas que por lo menos hayan tenido cargos de responsabilidad, y no como Duarte de Ochoa que pasó de una diputación Federal –regalo de su patrón- a candidato a la primera magistratura donde, paralelamente, echó la casa por la ventana para imponerlo. Se trata de analizar el voto, de ser consciente de ¿qué se quiere para Veracruz?, pues el odio a Javier Duarte y, consecuentemente al PRI, puede generar aversión, sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico y ocasionalmente autodestrucción. Ciertamente, el ex Gobernador en prisión es un sujeto detestable por muchas razones, pero no quiere decir que todos quienes militan en el PRI lo sean, como tampoco, todos en el PAN son Guillermos Padrés Elías o Luis Armando Reynoso Femat, ex gobernadores de Sonora y Aguascalientes procesados por corrupción. Los partidos tienen sus estatutos, programas de acción y principios básicos, y si alguien falla no lo hace el instituto sino el hombre que accesó al poder mediante esas plataformas, y sobre ellos se debe aplicar la ley. Hombre y partido no son lo mismo.
DICEN LOS especialistas que el odio no es justificable desde el punto de vista racional, porque atenta contra la posibilidad de diálogo y construcción común, además de que es posible que los individuos sientan cierta aversión sobre personas, organizaciones y partidos, y en este proceso se está viviendo ese fenómeno, y solo como ejemplo basta decir que el hecho de que Andrés Manuel López Obrador encabece actualmente las preferencias ciudadanas rumbo a la Presidencia, no quiere decir que todos sus seguidores son fiables, y que los candidatos a Gobernador -en los Estados que disputarán- le emularán, y no lo harán porque no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después, esto es, el tabasqueño tiene experiencia de Gobierno, y en ese tenor debería escoger o seleccionar a los candidatos a las distintas Gubernaturas, pues en Veracruz el sentimiento no tiene desperdicio: en cuestiones de experiencia legislativa y de Gobierno e, incluso, como exitoso hombre de negocios, Cuitláhuac García Jiménez no tiene comparación con Ricardo Ahued, un personaje reconocido por su honestidad y congruencia.
EN FIN, ojalá no estemos ante otro escenario similar a la imposición de Javier Duarte, pues muchas personas, si el PRI observa desventaja muy cercano a la elección, votarán con inteligencia, y acaso no lo hagan por el Movimiento de Regeneración Nacional sino por Miguel Ángel Yunes Márquez que, a decir verdad, ha entregado buenas cuentas como alcalde, dos veces de Boca del Río, y como legislador. A ver qué pasa…OPINA carjesus30@hotmail.com
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