Exista algún motivo verdadero, o ya sea que forme parte de las recomendaciones de sus abogados, o que simplemente se trate de una expresión más de su trastorno de personalidad, el gesto de aparente alegría de Javier Duarte de Ochoa, hoy conocido como “el reo sonriente”, está siendo tomado, además de los veracruzanos, por los mexicanos en general, como una mueca de cinismo, pretendiendo enviar un mensaje de que la impunidad lo va a favorecer.
En el estatus de sentido común podría contemplarse la viabilidad de que Javier Duarte de Ochoa, una vez juzgado y sentenciado permanezca bajo la sombra de un penal del Altiplano por un tiempo aproximado de 20 años. Mas por tratarse de un tema político, en el que entran en juego conflictos de interés y acuerdos, es prácticamente imposible precisar qué tiempo pasará el ex gobernador veracruzano como recluso.
Durante la segunda audiencia en el Tribunal Tercero de Sentencia Penal de Guatemala, Javier Duarte no tuvo empacho en manifestarse que está siendo víctima de una injusticia, que entre otras barrabasadas se quejó:
“Considero las acusaciones infundadas, ligeras, vagas e imprecisas, Irrisorias, que nos hacen perder el tiempo”, lloriqueó Duarte.
Por lo visto Javier Duarte hace un intento por demostrar que todo el desastre que durante su gobierno ocasionó, lo que han sufrido los veracruzanos, en principio los más necesitados, el sector más vulnerable, pero en sí la población en general, es un invento o una alucinación.
La reseña puede ser repetitiva, pero es lo que trata de ignorar Javier Duarte. Comenzando por el saqueo a las arcas públicas, razón por la que no hubo un hospital que se construyera, desde la administración de Fidel Herrera. El total abandono del sector Salud; el grave desabasto de medicamentos; los fármacos de quimioterapia falsos, pruebas de VIH apócrifas, e infinidad de anomalías que afectó la salud y en muchos casos acabó con la vida de los veracruzanos.
El atraco que afectó la educación de niños y jóvenes. Cero infraestructura escolar creada. El analfabetismo se estancó durante cinco años, tal vez los seis, tiempo en que no se registró avance para abatir este rezago.
Las decenas de miles de familias entristecidas por la ejecución o desaparición de sus seres queridos.
17 periodistas asesinados en el periodo de gobierno de Duarte. Que sumados a los ultimados durante la administración de Fidel Herrera fueron 25 en total.
El fuerte arraigo de la delincuencia organizada. El inconcebible incremento de la violencia que azota nuestra entidad. Flagelo que está costando demasiado trabajo erradicar.
Pasaran varios años más para que en Veracruz se pueda dar la reparación de la totalidad se los daños causados en las dos administraciones estatales anteriores.
La lista de problemas y necesidades de los veracruzanos es extensa.
Todo esto son las acusaciones infundadas, ligeras, vagas, imprecisas e irrisorias a las que Javier Duarte se refirió este martes en Guatemala.
En el mejor de los escenarios para él. Una vez de que sea extraditado a México, que ahora curiosamente ya le apura así sea; por la habilidad de sus abogados -los más caros del país, porque si algo le sobra es dinero-, llegasen a aprovechar las posibles inconsistencias que pudieran encontrar en la integración de los expedientes acusatorios, Duarte y sus abogados estarían lanzando cohetes como celebración anticipada de que en poco tiempo podría recuperar su libertad.
Que si esto se llegara a dar antes del domingo primero de julio de 2018, día en que se celebren las elecciones federales y estatales, Duarte de Ochoa estaría haciendo una interesante aportación para que el electorado demuestre una vez más su repudio a la impunidad y arremeta otra vez en contra del partido tricolor que lo llevó a la gubernatura.
rvazquez002@yahoo.com.mx
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