¿Somos o nos hacemos? Ante persistencia, magnitud y complejidad de problemas y necesidades sociales, la clave está en identificar y enfrentar a tiempo, ineficiencia y delincuencia gubernamental que debilitan y nulifican el Estado de Derecho; propician y fortalecen injusticia, arbitrariedad y violencia; así como limitaciones y sacrificios, pobreza, hambre y miseria de la población.
La histórica lección no aprendida, resalta la importancia de señalar y procesar, condenar y castigar a quienes se apropian de recursos y atribuciones institucionales, para asegurar los privilegios y beneficios de la corrupción y complicidad, y garantizar la continuidad de la impunidad.
Y también, la clave está, en los conocidos funcionarios de todos los niveles, que no cumplen ni hacen cumplir la ley, incluyendo los camaleónicos maquilladores y simuladores de la fiscalización, el seguimiento y control gubernamental.
Si pierde la ley y se extravían el sentido de justicia y de servicio público, ¿qué queda de los gobiernos?
ESTABILIDAD, SEGURIDAD Y PAZ SOCIAL.
Causas conocidas y padecidas que, con otras, ocasionan y mantienen el debilitamiento o la falta de administración y procuración de justicia eficaz y oportuna, imprescindibles para la convivencia civilizada y la solución pacifica de problemas y conflictos. Fortalecer el Estado de Derecho es siempre prioritario.
Ante el crimen sin castigo. Reciclar hampones y cómplices, en los puestos públicos; permitir que pasen de un cargo gubernamental a otro, es para toda sociedad una caro, peligroso y prolongado castigo, que para muchos hasta llega a convertirse, en resignación y costumbre. Imparable repetición de un mal anunciado. Malhechores o forajidos en el gobierno, que al continuar, inevitablemente incrementan el tamaño del daño. Más cuerda al ahorcado.
Así que, ¿de qué nos extrañamos? Estupefactos, no salimos del asombro al enterarnos de los alcances a que se ha llegado: la delincuencia fortaleciéndose por un lado; y el estado, sus instituciones y la sociedad, debilitándose por el otro.
Como muestra, el notable desgaste gubernamental que se replica en donde, en mayor o menor medida, el síndrome michoacano avanza.
Imparable, se difunde y populariza el deterioro institucional gubernamental, pasamos del Estado fallando, al Estado fallido; del gobierno ineficiente, al gobierno simulador o delincuente.
La sociedad por su parte, no tiene otra que la inconformidad y la protesta. Las cuales, ineficientes y presuntos responsables en el gobierno ignoran, ocultan o minimizan, al mismo tiempo que reprimen, manipulan, corrompen o contienen, hasta que se convierten en movilización social, resistencia y desobediencia civil. La autodefensa es sólo una de muchas expresiones comunitarias.
La respuesta gubernamental en todos los ámbitos, excepciones aparte, es tan cara e ineficiente, como lamentable y patética.
Inútilmente siguen aferrados a los mismos actos, mensajes y discursos, así como a similares o iguales acciones y respuestas; eso sí, más costosos y algunos de notoria evasión o autopromoción personal, pero con cargo al presupuesto oficial. Reprobados en los hechos, no aprenden ni asimilan que más de lo mismo, en conocidos y desgastados objetivos y contenidos, estructuras y procedimientos, obtienen los mismos o peores resultados. La solución es transparencia y participación ciudadana y social efectivas, no domesticadas y simuladas.
Aquí sí, “nos parecemos y somos”. Insensibles y desmemoriados, pasivos y desinteresados, cedemos y concedemos a negligentes, mediocres y perversos la responsabilidad de la atención y acción de los importantes asuntos públicos.
Continúan parecidos actores, con similares guiones, en caros e inútiles actos y anuncios faraónicos, de entretenimiento, distracción y autopromoción.
No habrá soluciones verdaderas y avances reales mientras no se enfrenten y atiendan causas, mecanismos y beneficiarios de lo que funciona mal o peor.
Lamentables situaciones, como la del gobernador de Michoacán, que no sólo está pintado, sino que evidentemente nadie le hace caso, pero eso sí, todos lo usan para su provecho, beneficio o intereses propios. El no poder, en el poder.
Sin duda, hay algunos funcionarios y gobernantes que cumplen y trabajan. Injusto y contraproducente ignorar verdaderos logros y avances, pues cuesta mucho, muchísimo alcanzarlos. Pocos y contados, hay que reconocerlos y apoyarlos.
Para un buen gobierno, o para uno menos malo, es imprescindible evaluar objetiva y permanentemente lo que hace o no; y en consecuencia consolidar logros; corregir errores y fortalecer esfuerzos.
SOMOS Y NOS PARECEMOS
Ante tanta evidencia acumulada, no se puede menos que reconocer que se comete el error, lo demás son consecuencias.
Oportuno recordar lo expuesto en “El comienzo del cambio” (Reforma.160712), hace más año y medio, por el entonces Presidente electo, Enrique Peña Nieto. Cuando pretendía iniciar gobierno, con sus iniciativas anticorrupción, transparencia y acceso a la información. Y resaltar también, el poco, lento o nulo apoyo recibido de gobernadores, presidentes municipales, legisladores y hasta de su partido, el PRI, cuyas ausencias, desinterés y falta de respaldo son notables.
A la fecha dichas reformas y su inmediata aplicación siguen atoradas, pues muchos de los presuntos responsables y casi prófugos no tienen ningún interés en que se apliquen. La ineficiencia y la delincuencia en el gobierno no son suicidas; se reciclan, cambian de puesto y mantienen en impunidad. Repetidas historias de investigación, consignación, proceso y castigo, nunca realizados.
Julieta Marcone, en su interesante y documentado trabajo, “Las razones de la desobediencia civil en las sociedades democráticas”, analiza y expone otros importantes temas vinculados al respecto. Su lectura es más que oportuna.
“El objetivo de este trabajo es demostrar que, ante el descrédito cada vez más generalizado de los partidos, de los representantes populares y de los funcionarios gubernamentales, la desobediencia civil constituye un resorte fundamental del dispositivo simbólico de los estados democráticos de derecho. La desobediencia civil activa dos de los principios legitimadores del orden democrático: la soberanía popular y el reconocimiento mutuo del derecho a tener derechos. Por ello, contribuye por una parte a salvaguardar y expandir los derechos, y por la otra a ampliar el horizonte democrático.”
Simple, claro y directo. Quien quiera oír que oiga. Total, como decía Edmund Burke: ”Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada…Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser virtud”
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